Nunca me había sentido tan solo, tan pequeño e insignificante. La muerte había traído consigo todas las sensaciones imaginables: vértigo, nostalgia, calma, alegría, dolor, tristeza...
¿Ahora que? ya murió, "ya acabó todo esto" pensaba. Iluso de mi, recién empezaba.
Aquella noche fue feliz, llena de carcajadas que representaban más que risas, una catársis descontrolada, o quién sabe qué.
Por la mañana temprano, cuando los gallos recién pensaban en cantar, yo ya estaba parado y solo, sumamente solo. En el medio de este desierto en el que siempre me veo en sueños, caminando sin rumbo, sin procedencia, sin pasado ni historia previa. Me veo ahí, ínfimo y totalmente indefenso. Sumergido en las profundidades del inconsciente, donde él no ha muerto aún, donde conversamos siempre.
Desperté con los putos gallos, los quiero mucho a pesar de sus cacareos matutinos. Los quiero en las tardes, mas no en las mañanas. Me estiré como si fuera primera vez que despertaba, y es que así era. Abrí las persianas de madera lentamente, y la luz inundó mi habitación dejandome ciego y mareado.
Al mediodía solo recordaba que ya había muerto, que estaba solo, como todos. Nadie me veía, así que pensé que quizás podría atravesar paredes; para mi infelicidad no fue así, yo no había muerto, era él quien se había ido. Estaba perplejo, ofuscado en mis pensamientos, el desierto en el que acababa de estar volvía a aparecer, pero ahora con gritos lejanos, con voces poderosas que provenían de inframundos portando mensajes de otras dimensiones quizás.
¡Por la puta madre!, ahora sí que me siento perdido, no sé si estaba soñando o si estoy soñando. La muerte fue tan real siempre, ¡me corrí tanto de ella y supe negarla tantas veces! Ahora la acepto, acepto el fin, o el comienzo...
Pero, soñé que estaba echado en mi cama viendo a los gallos. Veía lo que pensaban nítidamente, veía que se comunicaban con la mente ¡era tan claro!
Abrí la persiana de madera lentamente, era de noche y los grillos estaban en plena plática, golpeé de casualidad el vaso con agua que siempre tengo en mi mesa de noche y este cayó. Estaba vacío. |