Ante tanta inmundicia aflora la codicia, hija del reino, heredera del legado.
Irrumpe el palacio, con caminada airada y mirada recelosa digna de un calvito arribista.
Mira -porque no ve- a la gente de arriba a abajo, mirando con la mente mas no con los ojos, juzgando las apariencias de aquellos que no se preocupan por lo material.
Por creerse Rey muere solo, y minutos antes de la muerte repara en su vida, lamenta su ignorancia y añora su infancia.
Muere solo, como todos, pero nadie baila su final con él. Nadie llora de tristeza, ningún ego se aferra a su presencia.
La decadencia del imperio es inminente, la plebe saluda al sol, verdadero Dios y Rey. La Madre Tierra siempre estuvo con ellos, con nosotros...
Aparece un nuevo calvito arribista trayendo bajo sus brazos el nuevo paradigma, basado en el consumismo capitalista y el exterminio de las relaciones, propone cambiar el arte por la compra-venta de bienes, males, raíces.
Dónde estarán sus raíces, mientras entre el barullo del pueblo se escucha a lo lejos las resonancias de lo que fue un día un grito de unión, y es hoy un eco de nostalgia. |