Como de costumbre visitaba la casa de su abuelita que vivía en el campo, allí criaban muchos animales. En la temporada que iba de visita, siempre se sentaba a observar como a cada animal le colocaban una marca para identificar la propiedad del ganado, le llamaba la atención como cada uno esperaba su turno paciente o inquieto, algunos presentían lo que ocurriría allí, a otros simplemente no les importaba.
De la misma forma pensó que los seres humanos esperaban a ser marcados por alguien, o de alguna u otra manera eran marcados durante su corta, vaga y monótona existencia. Clasificó los dos tipos de identificación: marca sentimental, esa que siempre recordarás con cariño y tristeza a la vez, y la marca física, la que deben aplicar para aplacar el dolor sentimental (si es muy fuerte) de esa “herida emocional” que invade tu ser, te perturba y no deja siquiera las ganas de levantarse en las mañanas, te pesa el cuerpo, el alma, simplemente el respirar y “sentir” que tu corazón palpite… es molesto, quieres arrancarlo.
Si piensas y sientes como esa mente enfermiza, entenderás que tuviste dueño(a) y que esa marca, la que tú hiciste en tu piel, será de porvida, la llevarás con orgullo o vergüenza.
Somos animales, actuamos sin razón.
Egoístas, antes que nada, humanos.
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