Aquella mañana llegó a la plaza del pueblo un hombre vestido con ropa de color gris y sombrero negro de ala corta, tenía debajo del brazo izquierdo un par de libros. Parado en medio de la plaza estuvo buscando, durante unos minutos, un lugar donde sentarse, dudando seriamente entre estar cerca de los pueblerinos que visitaban la plaza o irse al lugar más retirado, finalmente decidió sentarse en la única banca vacía que encontró.
Abrió uno de los libros y se dispuso a leer aunque era evidente que no estaba concentrado en la lectura, tenía la vista fija en algún punto distante del horizonte.
Lo que ocurría adentro de él era verdaderamente diferente a lo que acontecía afuera. Sus pensamientos formaban un torbellino, un caos de ideas lo transportaban del pasado al futuro, pasaba de recuerdo en recuerdo y un sin fin de emociones se arremolinaban ante sus ojos, él estaba muy lejos, del sol, las palomas y las risas de los niños de la plaza del pueblo. A través de sus ojos todo se veía confuso y sombrío. La nostalgia, como en muchas otras ocasiones, se apoderó de él, tenía el ceño fruncido y un antiguo gesto de cansancio se asomaba en su cara. Varias horas pasó este hombre en esa posición.
De repente observó, justo frente a él, en medio de unos arbustos un poco ocultos entre los árboles, que una enorme araña patuda estaba ocupada tejiendo algo que parecía una extensión de su telaraña. El hombre miró con detenimiento y notó que la araña no tejía de una manera común y corriente a las de su tipo, ella lo hacía de manera desordenada, totalmente caótica y alocada, esto provocaba que conforme iba tejiendo quedaba enredada entre los hilos, tenía hilos entre las patas, el cuerpo, la cabeza, a cada momento que pasaba se podía mover menos. Esto quedó comprobado cuando una mosca se posó en la telaraña y ella no pudo alcanzarla aunque fuertes intentos hizo. Después de largo tiempo quedó completamente envuelta como en una madeja, siendo una pata lo único que quedó a la vista del hombre.
Muy asombrado se paró para acercarse y ver con más detalle el resultado de tan desafortunado trabajo.
Con un suspiro se dispuso a regresar a la banca cuando se dio cuenta que sobre ella alguien había dejado unas llaves y una nota. Unas palomas comían al pie de la banca los restos de algo que estaba en el piso. Esta escena lo remontó nuevamente a más recuerdos, ahora los de una antigua novia y miles de pensamientos se agolparon en su cabeza, la nostalgia se hizo presente otra vez. Ya sentado, volvió a quedar colgado en sus ideas mirando un punto fijo en el horizonte.
De pronto notó que frente a su banca estaba sentada una mujer que lo miraba fijamente. No podía decirse con precisión cuál era el sentimiento que tenía pero de seguro era nada grato.
El hombre con los ojos fijos en la mujer empezó a salir poco a poco del mar de sus ideas y algo empezó a ponerse en orden, recordó como en una película de cámara lenta, que esa mujer era su esposa, que había quedado en encontrarse con ella cinco horas atrás en el quiosco de la plaza, que era su cumpleaños y que ella le había preparado una fiesta en casa de sus amigos. Para cuando terminó de recordar lo suficiente y regreso a enfocar la vista a la banca de enfrente, ésta estaba vacía, su esposa ya no estaba.
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