No es por daros envidia, pero mi pueblo me gusta, a pesar del campanario que tengo cerca y a pesar de Paco el Loco... el calambres, al que no me queda mas remedio que darle unas monedas aunque no me las pida....
Mi pueblo tiene mar hasta cansarse; tiene cafeterías con terrazas abiertas a la playa y sillas de colores; también tenemos viejillos de colores que toman el sol en las sillas...y olor a salitre y rocío por la noches... Hace un calor pa morirse en verano, pero así le sacamos el gusto al invierno. No tiene casco antiguo, ni moderno... creo que ni siquiera tiene casco, pero hay gente nueva siempre. A poco que te pares a observar, ves personas que no has visto antes.
Os parecerá una tontería, pero es importante ver gente nueva, de refresco... No me refiero a la masa anónima que te puedes encontrar en las grandes ciudades; aquí, lo de la gente nueva tiene otro sentido: Es encontrarte una mudanza en el piso de abajo del tuyo, o que el bar donde tomas el café haya cambiado de dueño...
Lo mejor de mi pueblo es que desde la playa, puedes ver salir el sol por la izquierda y ponerse por la derecha, sin nada que te estorbe, elevándose sobre el mar y hundiéndose en el cuando llega la tarde. Con la luna ocurre igual, algunas noches...otras se nos escapa, allá por los montes que siempre quedan a la espalda.
Cuando la gente de mi pueblo va a los montes, a esos que nos quedan a la espalda, siempre busca el mar; lo mas bonito de estos montes es que desde ellos se ve el mar...mucho mar...y comemos carne a la brasa, con rescoldos de madera de olivo, mirándolo...y después, cuando dormimos la siesta, rodeados de sonidos de chicharra, soñamos de nuevo con el mar.
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