Me fui masticando mi pena en la micro, no podía creer lo que había visto, después de haber enfrentado a mis demonios y haberme dejado embobar por mis sentimientos le entregué mi amor envuelto en una servilleta y ahí estaba ella, caminando de la mano con otro.

Durísimo,sentí que me atropelló un camión de Chuqui, mi corazón se salía de mi pecho, desconsolado, sólo atiné a subirme a la Ovalle-Negrete (aunque no era la micro que me servía), rápido, quizás para huir de la escena de crimen, sí, la de mi propio asesinato . Poco a poco, algo más tranquilo, me puse mi walkman con mis fonos sin esponjitas que ya me tenían bastante irritadas mis orejas, para escuchar algo más que el latido de mi corazón y poder sumergirme en un mundo paralelo, un poco menos cruel que lo que estaba sintiendo en esos momentos.
De pronto, escuché una canción, ya la había escuchado miles de veces, y me gustaba, de verdad la encontraba buena. Mas ahora tenía un matiz casi extraño, una vertiente que no había explorado y que misteriosamente se cruzaba con lo que estaba sintiendo. Mi ira de pronto empezó a menguar o mas bien se transformó en mi pena. No me acuerdo bien, pero quizás hasta sonreí y ese ardor interior me gustó, sí, me embriagué de este dolor casi como un borracho simpático que sonríe al son de unas copas.
Sentí que este dolor era hermoso, realmente bello todo el daño que provocaba en mis entrañas saber que para mi amor sólo fuera un instante ordinario en su vida.

"Just like Heaven", sí la única chica a la que amé, se ahogó en lo profundo de mí y sólo tuve la cobardía de plasmarla en un cuaderno de poemas que quemé años después. La felicidad de enamorarme y navegar en el mar de las penumbras fue la curación y tortura diaria que me acompañó tardes enteras, en las que volvía a sentirla y en la que ella volvía a perderse de prisa. La sentía tal como cuando la besé entre mis brazos, y la amé cada noche, entre lagrimas, zozobrando en el frío de no tenerla y sonriendo de melancolía e infinita tristeza. Y murió en mi noche entre los acordes de una hermosa canción de desesperanza, y yo renací torpe, trémulo de ausencia y pereza, y borracho de dolor sólo atinaba a susurrarle la letra bajo mi almohada.