El pobre hombre ya estaba harto, pero harto en serio, ya no sabía que hacer y ello empezaba a repercutir en su estado de ánimo y en sus relaciones con otros homos/as sapiens.
La historia se repetía cada noche, en la primera hora después de pasada la medianoche(aunque ya las primeras señales se empiezan a sentir cerca de las diez de la noche), y era siempre esa presencia que se multiplicaba por otras y que para él eran millones en determinado momento de la noche. Y es así como en medio de esos calculos de cantidad, el sueño se le escurría por entre los pliegues de los párpados hinchados por la noche anterior y de la otra noche anterior y de la otra y de la otra y...
Sabe que ellos llegan, se escurren entre las sombras que los amparan, van saltando de techo en techo, se meten en pasillos imposibles, se esconden del mundo pero sin desaparecer de él. Ellos están siempre.
Lo que no entiende hasta ahora porqué eligieron su casa para sus actos. Cada mañana, luego de otro desvelo y con la tiranía del tiempo azotandolo para llegar a tiempo al diario, pinesa incesantemente cuál es el motivo por el cual ellos han elegido su casa. Barajando diversas posibilidades piensa que quizás sea la sustancia despedida por las plantas, que hace de ellos encuentran seres en constante éxtasis, dispuesto a dar rienda suelta a sus impulsos sin importar el lugar ni quien mora en él. O quizás el aspecto de casa vieja, que da la sensación de remanso placentero para pasar el resto de los días (o la noche) en completo silencio, con la sóla compañía de la luna llena. Y así entre elucubraciones los días van pasando y las noches se acumulan y las multas por llegada tardía y las amenazas de despido y el silencio por temor a la burla y ellos que siguen llegando, en mayor número, con mayor deseo.
Pero en todo este tiempo no se ha quedado de brazos cruzados aguantando estoicamente la embestida brutal del destino. No, ha utilizado diversos recursos buscando una solución a su problema. Uno de esos métodos ha sido la vía diplomática. Es por eso que varias veces se ha acercado a sus vecinos y entre conversaciones sobre el clima y otras nimiedades, saca el relucir el tema de que he visto a su gato señora, no sé si le perdió, pero le cuento que hace 17 noches anda rondando por mi casa y yo no sé que le pasa al pobre bicho porque está que maulla y maulla toda la noche y luego vienen los otros gatos y entre todos me arman el concierto. Sí, si, entiendo que es natural eso, que a los humanos también le pasa cuando están asi, aunque, claro, nosotros no maullamos. Sí, se señora que no es su culpa, o le pido que frene las ansias naturales de su felino, tengalo en la casa nomás, sí ya sé que es difícil. Sí, voy a hablar con la otra gente también.
Y una vez que la vía diplomática ha sido agotada y todas la otras instancias se han acabado y las semanas han dado lugar a las semanas, pensó en la solución final al tema.
Así, durante varias noches observó el comportamiento de los animales, midió sus maullidos, hizo combinaciones mentales con los colores del pelaje, clasificó cada raza, la memorizó, la estudió, y entonces actuó.
A la mañana siguiente, lo primero que hizo fue al diario, se sentó a su escritorio y redactó su renuncia sin mayor preambulos. Cuando esta fue aceptada, se dirigió a la caja y retiró el dinero correspondiente. Luego se dirigió a diversas tiendas y compró lo necesario para terminar de una buena vez con el problema. Y luego se dirigió a su hogar.
Dos meses después, el duerme tranquilo cada día. Durante la noche se lo puede ver salir, prender el letrero luminoso que dice: "Gata Salvaje. Cat Nighclub. Albergue transitorio para gatos fogosos". El letrero fulgura como una gran lurciérnaga en medio de las plantas.
Sus mejores clientes son sus vecinos y sus amigos cuentas que le va muuy bien.