La luna en su pleno esplendor alumbraba la costa, con destellos de arena y ese vapor suave de las olas chocando contra las piedras de la Caleta. Te volviste a mi lado para mirarme a los ojos y decirme un trozo de nuestro poema; me das un beso y corremos con la pistola en la mano:

-Arriba las manos hijos de puta!
Le grito a uno de los cabrones pedorros ke ostentan cantidad inimaginable de dinero entre sus ropas, en sus bolsillos y en cada una de sus piezas dentales. De una jodida vez podría arrancarles los dientes con las pinzas y retirarme por fin del negocio.

-Cabrones, suelten o se los carga la chingada.
Ahí estas, con tu rostro amenazante, como cuando saltas sobre la cama y le kitas tiempo a la soledad.

Alguien intenta escapar para llamar a los guaruras ke estan en la Hummer del Fideicomiso, pero la pistola, más hábil que dos patas humanas, abre camino entre la espalda y la tráquea del fugitivo.

-Traéme para acá a ese cabrón.
En un movimiento rápido, decides retirarnos de una buena vez por todas; le abres la boca y agarras mi mano, colocando en su quijada una suerte pinza, con la que vas desgranando cada uno de sus dientes con diamantes incrustados. El mamón da un salto de puro reflejo, pero decides darle otro tiro para ke no ponga resistencia.

-Vamonos, ya es suficiente.
Te digo al oído mientras los polis y la bola de pendejos de la PFP acecha desde los cristales que cubren la terraza.

Bajas por las escaleras y corremos hacia el otro lado de la calle, para meternos en el tráfico a bordo del Espeluznante, un convertible de dos plazas que te compré con lo de un asalto en Acapulco, donde un par de mamones del Copacabana se reventaba del miedo con nuestros gritos.

Arrancamos en segunda y salimos disparados hacia la Loma Bonita, dejando atrás el murmullo de Playa Palmera. En la zona aledaña, ahí cerca de esos mamones, han armado un desmadre pk le pegamos un tiro al cabrón del Felipe, el preciso, con todo y su mano dura de la campaña presidencial.

Abrimos la puerta de la guarida y Bruno nos entrega las maletas a la entrada,después de pasarnos ropa limpia y ofrecernos un poco de paciflora en cápsulas. En la mesita del buró, un par de boletos con destino a Shangai y el teléfono nos esperan para encontrarnos con nuestro destino.

-Gracias por el apro mi amigo. Lo prometido es deuda: ten las llaves de la casa. Ya sabes ke hacer con el resto; pero esto ke ves te los has ganado.

-Adiós Bruno.
Le das un beso a Bruno y subes al taxi conmigo,casi dormida por el efecto de aquella hierbas.