Viaje finito a través de la memoria

Ahora me acuesto, todavía con el efecto de la borrachera combinada con la mota. Tengo los audífonos puestos y escucho música al tiempo que me trato de quedar dormido, es vano el esfuerzo porque siento como si estuviera en medio de un remolino que se mueve a cámara lenta y me muevo yo con el, la música conmigo, el techo de la casa con la música y las nubes del mundo con el techo todo juntos, asidos de alguna parte hundiéndonos en el subconsciente de mi mente. Es algo terrible no el viaje sino algunas de las alucinaciones que tengo, el niño envuelto en la cobija azul con pequeños osos tirado en el bordo de un rio de agua sucia con la mejilla carcomida por las ratas y yo viendo hipnotizado y mudo participe de una tragedia que me encontró boca abierta. Sacudo mi cabeza no quiero estas emociones ni este sentimiento de abandono, como un huérfano en medio de la nada, floyd es una pared de sonidos nuevos de acordes desconocidos que han sido descubiertos detrás de los compases tan familiares, recorriendo un camino de anos 10, 20,30 y regresando sobre pasos dados a tientas para no borrar lo que se ha hecho. En mi mundo una vorágine caras pasando, sonrisas, lagrimas momentos que se han ido. Todo volcado al aquí y al ahora un lunar cerca del paraíso prometido, piel blanca hermosa, piel que fue mía, que es mía ahora también porque yo así lo decido, detrás de mi un ahogado que flota boca arriba en el rio sucio sacándome la lengua, seré yo?, No le sé, pero tampoco creo que sea. Un coche moviéndose veloz por la autopista con la música que nos persigue y estas tu... una cara hermosa que cierra los ojos dejándose acariciar, tocar, lamer, penetrar en el olor a pino de la mañana que se alza llena de luz venciendo a la bruma que se evapora como tus suspiros en un sacrifico a tonatiu, el sol acariciando tu desnudez y la música, Morrison en un canto como de ofrenda moderna otorgándome el derecho a ser rebelde a ser dueño de tu cuerpo, desnudos en la hierva que no querías que te tocara, cuanto tiempo pasaría antes de que se pudiera consumar esta historia de amar. Me vuelco en este momento que esta eternamente grabado en mi memoria. El camino a Cuahutla, tu mano en mi pene provocándome a detenerme, es memoria que no cesa, cambia la música y aquí viene el sol y el apresuramiento al tiempo que atravesamos el camino con los peregrinos que cantan.
Agua en el momento en el que me vuelvo a ver atrás lo que se va quedando, los volcanes que se van haciendo grandes y tu voz que se oye cada ves mas y mas lejana y el dolor se acerca al tiempo en que desapareces en el smog de la ciudad que me oprime el pecho, ya ves que hasta la fecha no se vivir sin ella ni tampoco con ella, ciudad enorme, ciudad hermosa, ciudad caótica, repleta de gente, desconocidos y malos conductores ciudad de la memoria que compongo una y otra vez en este afán de no dejar que el polvo la cubra y termine de borrarla. Me siento en la alameda central a ver pasar gente ir y venir, camino en el zócalo, me detengo en republica de Argentina, una vez fui niño-- la historia es tragicómica- mi hermano se perdió, camine como loco en su busca, sin ningún éxito, remedio, dijeron después, contra la crueldad. Anos que se gastaron como un cuaderno que se deshoja inexorablemente, desangrándose tibio y lento. Me paro otra vez y veo los rumbos por donde camine y recuerdo a las ratas y a la puta atropellada con el brazo roto y hebria, estaba tirada a la mitad de la calle, un pecho desnudo asomándose entre la ropa, y todos viéndola idiotizados y ahora en un momento estoy aquí otra vez regresando a mi presente y no veo nada, tu no estas. Otra vez sucede que en tu mundo ya no existo y en el mío eres un fantasma, es hora de apagar el walkman dejar que la música cese y dormir hasta la próxima vez que la nostalgia me atrape.

Jorge P. Guillen

Noviembre de 2001.