SIESTA FORZADA
Era domingo y como siempre fueron y serán las tardes de domingo la quietud invadía toda la casa, el silencio era obligado y la sensación de aburrimiento se plasmaba en todas las miradas. Cuando era niña la hora de la siesta era religiosamente ejecutada y aunque me negara a tal evento lo único que lograba era un reto de mi madre. Terminaba siempre recostada en mi cama mirando el techo, buscando esas formas que la humedad delicadamente sombreaba sobre la pintura y que se prestaban a encarnar personajes de cuentos de fantasía.
Estaba hoy como hace tanto tiempo de domingo como hace tantos años atrás forzando el sueño en una tarde que se infiltraba por mi cortina, en una tarde que mientras el sol se iba cada vez mas al oeste dibujaba en la habitación miles de puntos blancos. No tenia ni a mi madre ni nadie que me obligara a quedarme acostada, sin embargo lo hacia porque era domingo y como resistirse en día domingo a una siesta, aun cuando no este cansada, aun cuando no soporte la trama de la tela de mi acolchado, aun así seguía sin levantarme.
A diferencia de mi niñez hoy la ventana no daba hacia el parque del fondo del vecino en donde el olor a pasto recién cortado inundaba mi pecho, ahora estaba bajo el efecto de algunas pastillas para calmar mi ansiedad y mi eterno animo pesimista en una habitación cerrada y pequeña. Podía ver con los ojos cerrados como ese auto encendía la marcha y luego se alejaba, como en algún lugar aquellos que alguna vez fueron “los grandes” jugaban juegos de mesa, y se esbozo una sonrisa en mi rostro cuando pensé que ya desde pequeña las ideas anarquistas me conquistaban, cuando planteaba con mis sobrinos como librarnos de la siesta, para generar ese caos al que nos gustaba llamar juego.
Ahora con mi manos detrás de la cabeza miro el calendario y se que es domingo, pero le falta algo veo por ese pequeño espacio que queda entre la cortina y la ventana, y la calle no tiene ese aspecto de domingo. Aunque sea cierto que la melancolía esta presente, no son los mismos sonidos y olores. No se ve en la calle el polvo de algún auto que paso rápido, no se escucha a los pájaros cantar, no siento el olor a brasas todavía ardiendo, no siento muchas cosas que antes sentía, sin embargo es domingo
Ah, que silencios irrecuperables los que perdía, tan hermosos, ya no me quedan silencios como esos y que misterio ese de los silencios, es paradigmático pensar como la no palabra puede significar muchísimo mas de lo que en todas estas líneas estoy escribiendo. Estoy mirando, todo esta tan quieto, me gustaría tener esa sensación de nuevo, esa quietud sin estar llena de desesperación y ansiedad, de verdad me gustaría.
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