Seguramente nunca llegues a entender lo difícil que me resulta escribir estas palabras porque tú nunca llegarás a entender realmente como soy. Nunca sabrás de mi alma egoísta que todo lo intenta poseer y nunca alcanza a palpar nada con claridad, no sabrás del desprecio que siento a la vida y de los temores que tengo en torno a la muerte. Nunca sabrás que en verdad nunca sé nada, que todo es un invento, una apariencia barata teñida de frases antes dichas o escritas. Soy un farsante de todo lo que me rodea.
Por eso me voy. No sé si lejos o cerca, no sé si acabaré traficando con armas en un país tercermundista o vendiendo perritos calientes en una calle de Nueva York. No sé siquiera si seré o dejaré de ser. Quizás eso sea lo de menos y lo de más esté por llegar. Quién sabe.
Me gustaría escribirte una hermosa carta de amor, de esas que sólo aparecen en los libros del siglo XIX y que siempre reconcomerán tu mente por mucho tiempo que pase, de esas que al leerlas sientes como alguien te acaricia la cara levemente mientras tú desprendes de tus ojos una suave lágrima; y ahí es donde me gustaría estar pero nunca más estaré: secando tus lágrimas de niña, besándote en la frente como si todo lo que tu alma sufre me lo traspasases de un solo golpe, abrazándote como si el mundo nos hubiera concedido una tregua y se parase para que tú y yo respiremos un aire limpio y sin ruidos.
Sé que a estas alturas nada tiene la importancia que antes pudiera tener, que ha llegado por fin el invierno y no tenemos mantas en las que refugiarnos. Nunca más el brasero de tu piel calentará mis sabanas por las noches, ni tus pies rozarán mis pies desnudos al despertar. Nunca más. Nunca más volveremos a ser aquellos que fuimos: jóvenes hermosos, sin picaduras en la carne, sin arrugas, sin nada que enturbiase la necesidad de amar.
Ya me siento demasiado viejo para volver a lo que fui. No me quedan fuerzas para continuar luchando en una guerra más que perdida: no hay trincheras en las que refugiarse, ni un día de tregua en que recuperarse de los balazos recibidos.
¿Entiendes ahora que me vaya? ¿Entiendes que hay un momento en que todo deja de ser y no hay horizonte que divisar? Ahí estoy yo. Al borde de un abismo sin posibilidad de dar un paso atrás pues una manada de lobos acecha tras mi espalda. Sólo puedo saltar hacia al vacío, y realmente no importa que encuentre al final de esa gran caída. Puede que encuentre paz y libertad, una tierra nueva y limpia, playas infinitas donde danzar bajo la lluvia: todo lo que un día soñé. Pero no soy Peter Pan, ya no creo en los sueños ni en las hadas, sólo creo en ti aunque tú dejaste de creer en mí.
Hasta siempre,
Te quiero.
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