José. A pata pelá
José, sudaba a tal punto que parecía que le hubiesen tirado un balde de agua, o más bien recién saliendo de la regadera, con la manga de su desgreñada camisa que al parecer era blanca, se secaba torpemente el salino sudor de la frente, tenía la maña de comerse los mocos con la lengua, no llevaba zapatos, menos llevaría un pañuelo en el bolsillo de su raído pantalón grisáceo. Sobre su rostro redondo y facciones gruesas cae su pelo negro torpemente cortado mas bien a machetazos; sus ojos negros vivaces se perdían a lo lejos tratando de divisar la polvareda, señal que le indicaba que ya se acercaba la micro que venía llegando desde la ciudad.
Llevaba horas sentado sobre la tranca, y bajo sus curtidos pies quedaban restos de manzanas mordisqueadas deformemente a causa de la escasa dentadura mal cuidada.
A corta distancia, bajo la sombra de un arbusto estaba el Diablo, jadeando babas, compañero fiel de subida y bajada de cuestas de sus queridas tierras, lo decían los papeles que le entregó el cacique; Cumilef por su padre, Curihuinca por su difunta madre, que por comer muchos porotos; le dijeron al pobre inocente; se le hincho la guata y en pocos meses murió desangrada en su cama sin que la me’ica pudiese hacer algo.
Ya estaba bajando el sol, y estaba nervioso. Na’ que viene la micro con mi taita- le decía al perro quien ya se había levantado y con su hocico olía los restos de manzanas para luego mordisquearlas.
De un salto bajó de la tranca; se acercaba la micro que traía a su padre con su preciado encargo. Sentía pena por haber vendido su chancha, que la había criado de chiquita pero por fin calzaría zapatos nuevos, pero eran nada mas que para ir a la escuela. Le había prometido a su prima la Juana que iría, ella de tanto rogarle y decirle que si no iba, sería un borracho e ignorante igual que su taita. Él le había prometido a su madre antes de morir que sería un hombre escueliao para que nadie le quitase sus tierras.
Un bulto cayó de la micro, corrió a ver, ahí estaba su padre con la cabeza enterrada en la tierra, -te juistes al litro de nuevo taitita, y qué pasó con mi encargo.- El Diablo moviendo su cola de contento lado a lado, había hecho un hallazgo, ociqueaba una caja de lápices de colores, rodeada por una cinta adhesiva. –Y qué dirá aquí- se preguntaba, si supiera leer habría leído: “Promoción, lleve gratis, por la compra de su caja de vino blanco”...
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