Proyectaba la muerte
su sombra colosal en el desierto,
majestuosa en su
ternura por llevarme.
Por llevarse el alma,
no mi cuerpo;
por apoderarse y ser la dueña
de eso que no se ve,
que no tiene siquiera un color.
Pero hace poco que sé
que tiene el color del alba.
Fue cuando eso que no se ve,
acarició mi nuca
y se fue metiendo sin permiso,
suavemente en mi corazón,
que sí se puede ver
y que vos mismo,
amigo mío,
has tocado
y has visto en mis ojos.
Me has preguntado
amigo mío
qué es el alma?
Es eso que no se ve
pero se siente muy adentro,
donde duele.
Has de saber, entonces,
que el alma es tan solo
esa mano,
esa mirada,
ese afecto,
ese andar de pájaro
que no deja huellas en el aire
y que canta, canta y canta
muy fuerte aquí adentro.
Esa mano con que una vez
tocaste mi nuca,
sin querer y sin permiso.
Y tiene culpa tu alma
y tiene culpa la mía.
Tiene culpa la tuya,
que la mía,
temerosa de confundir tu vuelo
sin querer y sin permiso
rompa un día la armadura
para decir, "amigo mío, te amo".
Tiene culpa la mía
en querer que sepas
qué es el alma.
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