Ayer me dijeron que estaba loco.
No me ofendí, al contrario.
Para mi la palabra “loco” es muy elástica. Puede deformarse hasta el punto de rozar calificativos como “inteligente”, “diferente” ó “soñador”. Ninguno de estos tres atributos me parecen negativos para una persona, por lo tanto, reitero, no me ofendí.
No obstante, se que para muchas personas esta palabra representa algo así como un insulto.
La persona que me la dijo era una de ellas. De hecho, a juzgar por la situación, el lenguaje corporal y el tono que le dio a sus palabras, para mi resultó evidente que intentaba difamarme.
En ese momento no supe que sentir: por un lado me estaban halagando (sin quererlo) y por otro, me estaban injuriando (obscenamente).
Lo miré fijo a los ojos durante seis segundos y así permanecimos en el mas absoluto silencio. En esa situación seis segundos es mucho tiempo.
Finalmente llegue a una decisión: le calcé un cross en la mandíbula.
Se desplomó como una bolsa de papa y mientras caía al suelo recuerdo que balbuceó, como si estuviera borracho: ...Loco de mieeerrda.
Por eso, cuando cayó al piso, continué dándole puntapiés en la cabeza... durante treinta segundos, hasta que finalmente le salio la lengua afuera y le quedo colgando media muerta hacia un costado. En esa situación treinta segundos es mucho tiempo.
Es una pena tener que llegar hasta este punto, pero juro que si el hubiera sabido que la palabra loco es muy elástica, lo hubiera abrazado y hubiésemos caminado juntos por la plaza que tanto me gusta.