1. Servidor público
Vocación de servicio. Siempre le ha gustado la frase al comisario Galíndez. Y para ser fiel al lema, continúa aplicando con destreza la picana al pobre diablo encadenado al elástico de la cama. La corriente eléctrica en los testículos, en las axilas, en las encías lo hacen aullar con voz inhumana y retorcerse hasta sangrar por muñecas y tobillos.
Todo el mundo exige encontrar al asesino del Ministro, y él, Galíndez, conoce los métodos para lograrlo. Es muy posible, se dice, que ese hombre que yace desnudo y enloquecido de dolor, el mayordomo del funcionario, no sea el criminal. Pero que más da uno u otro. Se necesita un culpable.
El comisario arroja agua al cuerpo maltrecho para que la electricidad cumpla mejor su cometido. Pero el infeliz ruega que se detenga, y le asegura, desorbitado, que firmará la confesión que le dicten. Galíndez, satisfecho, ordena a su ayudante que se ocupe, guarda cuidadosamente su instrumento, se asea y acomoda la ropa y abandona ese sótano oscuro y sórdido.
Al llegar a su despacho, un camarero le sirve una humeante taza de té y le pregunta como ha sido su día.
—Como de costumbre, hombre, como de costumbre —le responde fastidiado al quemarse los labios con la infusión. —Lo que mata de este trabajo es la rutina. La misma torturante rutina todos los días.
2. La cuestión es esta
Bastaron unas gotas de veneno en los oídos del rey y un disfraz de espectro que alucinó a su hijo para desatar la terrible cadena de sospechas infundadas, muerte de inocentes y asesinatos múltiples en aquella nórdica comarca.
Mientras las víctimas aún agonizan, el mayordomo culmina su plan perfecto abriendo los portones del castillo al príncipe noruego, su verdadero señor.
Pero nadie sabrá de su genio: la tragedia será inmortalizada por el bardo sin incluir un lacayo asesino.
3. Prodigio
El jefe despliega a los subalternos por los distintos recovecos del jardín mientras los integrantes de la pandilla se refugian en la casa y esperan ansiosos el ataque final. De pronto, suena un disparo y un cuerpo se desploma, inerme, sobre la hierba.
El victimario, que encontró el arma casualmente, siente que ha dado con su vocación: disponer de una vida en un instante, ser temido y admirado.
Sólo deberá elegir a futuro, como en el juego, el bando de los policías o los ladrones.
4. Ficciones
El detective lanza un grito de satisfacción: ha descubierto al asesino, esa persona de la que nadie, precisamente, sospecha. Lo que ignora es que, algunas páginas más adelante, el criminal le disparará un certero balazo en medio de la frente. Así lo ha decidido el famoso novelista victoriano para dar, esta vez, un final sorprendente a sus ávidos lectores, sin imaginar que su esposa y el mayordomo, viejos amantes, planean eliminarlo esa misma noche para quedarse con su fortuna. Escena ésta que describe el auténtico escritor, entusiasmado con un argumento intertextual, tan apreciados por las editoriales últimamente.
Pero estos seis personajes, en realidad, están buscando un autor que…
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