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El viento intenso y frío no paró su canto, mientras en la silla de madera, llena de vida y recuerdos descansaba meciéndose Aurora. Le encantaba esa hora de la tarde, el silencio gigante y apabullante, la ruta vacía, coloreada por el polvo que iba y venía con el viento.
Pasaba todo el día sentada allí, meciendose para adelante y para atrás, sin objetivo, escuchando el susurro del viento en su oído y los pasos de los caballos de otro tiempo. Unos días su sonrisa era celeste, como el cielo que la abrazaba; otras veces era sonrisa de niña, inocente y despreocupada. Pero siempre, sin excepción alguna, sus ojos brillaban puros, manifestando el estado de su alma serena.
Hoy pasé por la trocha como todos los días, a la misma hora de siempre. El viento era único -como siempre- y su canto me decía: Soy Aurora de la vida, despertar del alma, soy un espejo en ti. |
Texto agregado el 25-10-2007, y leído por 161
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