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La Higuera

Florecía la noche de víspera del 24 de Junio, solo algunos privilegiados podían apreciar su flor, era una, en una noche, a medianoche, se podía pedir deseos, saber el futuro, hacer pactos, era lo que la Clementina, su abuela materna le había contado a Catalina a muy tierna edad.

La casa era amplia, pero lo que mas le gustaba a ella era el patio, el columpio y darse esos baños de verano tendidas al sol, con sus cuatro hermanas, nada importaba solo el juego era el oficio cotidiano, y por las noches los cuentos de Absalon, padre y hombre de paz según su origen hebreo, único héroe varón de todo este clan femenino, el que llegaba de su trabajo a narrarles las historias al lado del brasero que unía a la familia en circulo ancestral, lograba captar la atención de todas las mujercitas de la casa, cada una de ellas en su imaginación creaba mundos de hadas y princesas , la mamá, Soledad, quien hacia honor de a su nombre, solo era feliz la compañía de Absalon y sus hijas, siempre activa, cocinando , tejiendo, planchando; haciendo que los detalles no faltaran para la acogida familiar, la vida trascurría sin sobresaltos todo estaba quieto, estable, el amor, las enseñanzas, los juegos compartido a lo mas las peleas eternas de Catalina con sus hermanas, las tres se trenzaban en conflicto contra ella, era una bella época, pensó.
El “ Tony” completaba el grupo familiar, perro de negro pelaje como la noche, suave y sedoso, a ella le encantaba acariciarlo, era el que cuidaba de aquella tribu de niñas alegres y revoltosas ajenas a las vueltas de la vida, jugaban hasta que lo dejaban agotado, una noche una mano maligna lo enveneno, justo la noche en que la higuera florecía, aunque ella no lo la vio, lo enterraron en rito fúnebre con sus hermanas, bajo la higuera que se ubicaba al fondo del patio, árbol que era el centro de los juegos infantiles, con el aprendió de la partida de los seres amados, de la muerte escondida en las sombras de la noche.
Así a Catalina creció, entre las risas el juego y los cuentos de Absalon y el cariño convertido en pan de Soledad.
Cambio de casa, a Absalon, le iba bien, lograba independizarse, desde el principio a Catalina le me enloqueció entre otros árboles que habían en su nueva casa, la higuera, recordó lo que su abuela Clementina le contó cuando pequeña, podía pedir deseos y se le cumplirían, además podía treparse en ella y observar todo desde arriba sin que nadie la descubriera, desde allí podía vivir todo su mundo de fantasía, fue la época en que descubriría las palabras, subía hasta aquel árbol bendito, con un cuaderno y un lápiz ,desde allí garabateaba todo lo que se le venia a la mente.

Llegaban al país sueños de libertad, utopías de una sociedad socialista, Allende el primer presidente socialista en Latinoamérica elegido por su pueblo, ahí estaba ella en medio de este proceso con sus adolescentes 13 años ,recuerda hoy que la lucha fue feroz la oligarquía no descansaría hasta lograr recuperar el poder perdido, un pueblo sin claridad sin la instrucción necesaria para lograr la igualdad, ambiciones de poder desmedido, egoísmos, mezclado con verdaderos idealistas, los primeros acabaron por destruir el sueño.
El cielo se nubló una mañana de Septiembre del año 73, olor de muerte la despierta, seis de madrugada, todo en casa es silencio, miradas de sorpresa e incomprensión, incredulidad frente a los ruidos de tanques , metralla, y aviones que sobrevolaban la reciente democracia, la Casa de Moneda fue bombardeada, el país quedaba en silencio bajo el toque de queda, trepó hasta su higuera, callada, dolorida, observo desde su copa, y escribió mientras la larga noche pasaba, no era Junio, Septiembre sin primavera, la higuera no dio su flor .

Texto agregado el 25-10-2007, y leído por 119 visitantes. (0 votos)


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