Mails a Breton
“Después de la Europa, ¿hay otro mundo cristiano civilizable y desierto que la América?”
Domingo F. Sarmiento
1.
Mi estimado Breton, aquí en “La Ocampo”, al igual que en San Isidro, el surrealismo ha prendido fósforos. Situación por demás ardorosa. De más –también- está decir que los insignes vates de estas orillas estamos de para bienes con el incondicional apoyo brindado por usted a nuestra humilde causa desde allá… desde Las Europas. Nos permite soportar con un algo de hidalguía los calores de la literatura. Pues, no es fácil Breton. No es nada fácil ejercer este noble oficio en estos emotivos territorios donde la historia se desfleca por tener que andar a los ponchazos ¡A los ponchazos contra la barbarie y la irrelevancia literaria!
Imagínese, amigazo, la llanura pampeana, esa… cómo explicarle… esa insondable superficie femenina… sin depilar; la chatura… la chatura del desierto… amedrenta, Breton, amedrenta saber que somos pocos aguantando el Recoleto Paredón de la Literatura. Y vamos, Breton, vamos que todos sabemos que entre el Recoleto Paredón y la chatura del desierto hay sólo un paso: El Puente Levadizo de Varolio que aún resiste.
Y sin embargo, Breton, yo salgo, -al pedo, pero salgo- al menos dos horas por día salgo a predicar en el desierto. Y así tomo contacto con el Archi-Texto, donde funcionan ya algunas líneas de imaginarios colectivos que hacen el recorrido desde el Recoleto Paredón hacia lo efímero y viceversa. En eso está mi Difunta Prudencia: en reversa, intentando desde el más allá.
En cambio yo, yo estoy acá: insigne apóstol de la occidental y cristiana epopeya de combatir el avance de la caspa en los aborígenes cueros cabelludos. Peliaguda tarea Breton, viera usted la tenaz resistencia que oponen estos salvajes cuando uno quiere lavarles la cabeza. En los fortines de frontera, me han comentado de “buena fuente” –me refiero a la Chucha Lagorio, con lo de buena fuente- que los oficiales han implementado un nuevo método. Nada de perder el precioso tiempo forcejeando con los infieles, directamente los decapitan, Breton, y después usan las seborreicas cabezas de los herejes para jugar al “pato”, un nuevo deporte que se ha puesto de moda entre la muchachada.
Así, Breton, así se combate al temible “pitirosporum ovale” por estas costas.
2.
¡El Colmo, Breton, el Colmo! me acaban de informar que la floja consistencia de las estatizadas aguas del Río de la Plata ha sido la causa del hundimiento de nuestro buque insignia: La Fragata Lajalea. Y, para peor, nuestro ilustre Almirante Don José de Espronceda, cumpliendo con el mandato ético de todo capitán de barco, se ahogó, Breton, se ahogó… ¿cómo explicarlo, Breton? se ahogó en un desesperado intento por llegar nadando, en el dificultoso estilo mariposa, hasta la costa. Un romántico, Breton, un romántico.
3.
El dulce de batata se fue a las nubes. Como verá Breton, no todas son buenas, y esto no es una imagen literaria ni el comienzo de un nuevo poema, aunque… ¡No, Breton! no jodamos que es tan cierto como que: Ha Muerto. El dulce de batata Ha Muerto.
Por desgracia no es la primera muerte que hemos debido soportar. Semanas atrás, también asistimos ¡boquiabiertos! a los inexplicables decesos del pepino, la torta frita y el fiambrín ¿o el pastrón…? Bueno, Breton, sabrá usted disculpar mi confusión producto todavía de mi consternación –me puede, me puede la consonante rima, Breton-.
4.
Otra, Breton, otra situación más que ardorosa -incendiada, diría- se vive en las afueras de la Villa Ocampo, y no precisamente a causa del surrealismo. Más bien diríase que los fósforos los prendió el neoliberalismo ¿cómo explicarle a usted, hombre de mundo, cómo explicarle esta intrincada y filosófica alianza “bajo la frazada” entre nuestros “venidos a menos” liberales y la chusma… la chusma esa de los peronistas? No, Breton, no… jamás lo entendería.
Y así está la situación, realmente se torna insostenible. No sólo tenemos que lidiar con los malones del patagónico “Yo Lírico”, sino que además debemos sobrellevar los embates iracundos de un sector de nuestra población que se hacen llamar “pijeteros…” o algo así. Viera usted, Breton, a estos protervos quemando cubiertas en las puertas de nuestra benemérita ciudadela. Y lo que es peor, Breton, ¡habrase visto! subíanse a nuestras parras y, dueños de una crueldad inusitada, despellejaban las uvas antes de que maduraran.
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