Siempre bajan mis revoluciones cuando se percata mi burro de arranque de haber sido burlado. Lamentablemente. Es la prisa.
Suelo eventualmente confundir aviones con ovnis. Hasta ahora y hasta siempre, he esperado algo. No se. No es estrella… Ni el trazo de un cometa. Es algo, no identificado… Si llegara un alguien todopoderoso que acercármelo pudiera, y me preguntara por una palabra que lo definiera; solo la voz "alveolo", tímida y, talmente apresurada, hace sonar mis vocales cuerdas.
No tengo para esa palabra, una explicación que zafe de ser infantil. Inclusive creo que con una hoja y un crayón sería como mejor podría yo presentarla. Ahí, la dibujaría. La pintaría verde y, aunque las ramas suelen ser para los chicos color café, los alvéolos serían la excepción.
Si para tenerla también tuviera que saldar su venida con una exuberante explicación, todavía no la tengo y, me pregunto si es por eso acaso que aún no se arrima. La única aproximación que sí tengo por lógica de esta confesión, es figurar en esta palabra la más sublime de todas: Vida.
Ese algo que añoro debe ser proveedor de alvéolos o algo así... Los que nos vienen dados, no nos permiten respirar por las axilas, por el meñique, las rodillas, los codos y las palmas, solo conforman a los pulmones. Caminamos entonces faltos de estas "ramitas verdes", inconscientes de un cuerpo obstruido, sintiéndonos fatigados y hasta en las más de las ocasiones, creyendo haber sido derrotados pese a haber jugado todo nuestro plantel de titulares en el campo. Ignoramos, que nuestro cuerpo está dormido, cubierto en sí mismo por un impermeable que de sabor y olores y música podría impregnarse si con todo él respiráramos. Ese algo es entonces, un camino alternativo al de los pulmones, es un a todo motor, sensible y desvergonzado si la sensibilidad llama a babear, a llorar, a patalear, a vibrar. Ese algo no huele a pintura fresca ni sabe a manzana asada; o mejor dicho, huele a pintura fresca y sabe a manzana asada porque también huele a humedad, como sabe a piel transpirada. Respirar con todo el cuerpo, o bien hacer de él un jardín de alvéolos, es poder mirar al techo, al cielo, da igual, y ver aquellos pétalos astronómicos cayendo transversalmente por las laderas del cielo, mientras rogamos que resulte un "mucho" cuando no haya más que arrancar un suspiro...
Algunos pronostican este delirio mío como un fenómeno de la edad y entonces pienso:
-“no quiero que se cure con los años... Una vez alguien me dijo que este sendero era igual de resbaladizo que agarrar un jabón con las manos… es la alternativa a respirar no solo con el pulmón...”
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