Como toda historia de amor que se precie, ésta también esta teñida con un manto de de imposibilidad y tragedia. El regusto a hiel que destila puede hacer que aquellos que decidan continuar con el relato hasta el inevitable final, saboreen una fina pátina de impotencia. Así como la que tuvo que digerir nuestro protagonista, a esta altura, más que un ser despechado, es casi un antihéroe. Un cruzado con el escudo del amor y una armadura hecha de valores perdidos. Pero ¿cuanto nos podemos detener en describir a estos dos seres si lo que ustedes eligen es el descarnado relato de amores imposibles? Quizás se deleiten sabiéndose a salvo de las decepciones del amor, cómodamente acodados frente a la pantalla y disfrutando algún brebaje ligeramente estimulante, como puede ser un café. Sepan, que nadie pudo escapar de las garras del amor. Quizás no les toque hoy, ni tampoco mañana, pero todos ustedes también serán victimas ineludibles de esa gran mentira llamada amor. Ahora si, podemos pasar a describir los últimos sucesos de ésta, que dejó de ser una historia personal, para ser de todos. A comienzo de la semana él eligió enviarle la dirección de Internet donde ella podía encontrar su historia plasmada en un cuento. Se mantuvo todo el día pendiente del programa de mensajeria instantánea esperando que ella aparezca, algo que no paso. Cuando estaba por darse por vencido, y ya consumido por una agotadora jornada labora, estudiantil y hasta psicológica, decidió probar una vez mas suerte online. Y ahí estaba ella. Tan perfecta con su apodo encerrado entre dos flores. Si hasta su nombre virtual sonaba angelical. Intercambiaron los saludos de rigor y él, sin mas preámbulos le pregunto con sutilidad si había leído su historia en común. No se desanimo ante la respuesta negativa de la dama, aun así lo que mas le dolió fue leer las siguientes palabras: “No creo que debamos continuar con lo nuestro” y “en estos momentos elijo estar sola” o sandeces de ese estilo. Pido disculpas por no poder reproducir exactamente su conversación dado que el juicio de nuestro personaje sigue nublado por la negación. Él le aseguro que no se arrepentía de nada, que podía esperarla el tiempo que ella quisiera. Ella se negó sistemáticamente. Él le ofreció un hombro para cuando quiera llorar, un abrazo cuando necesitase contención, una caricia cuando sintiera la necesidad de ser deseada y un beso para sellarle las heridas. Ella le pidió que parase, que no necesitaba que lo hiciera mas difícil. Él le pregunto cuanto tiempo debía espérala, ella le dijo que no podía pedirle que la espere. Él le aseguro que se estaba cerrando las puertas de la felicidad. Ella se regodeo en el hecho de estar eligiendo ser infeliz para con esta vida, augurando que quizás ése era su destino. Él la acusó de haber entregado todo y que ella, la cual renegaba por haberse permitido tanto en relaciones vacías, por primera vez solo había tomado todo sin dar nada a cambio. Ella no hizo eco de sus palabras. Él insistió en la felicidad que podrían todavía compartir. Ella eligió bañarse en las aguas de la soledad. Él deseó que la vida no sea tan dura con ella, por haber negado las oportunidades que se le presentaban. Ella lo despidió sin mucha ceremonia. Él le dijo “Hasta siempre”, ella tan solo “Chau”. Y así es como, en una conversación de cinco minutos se pueden derrumbar castillos creados durante semanas, destruir posibles mundos antes de que sean creados y aniquilar sentimientos recién nacidos para que no crezcan sanos, fuertes y echen raíces. No hay moralejas en esta historia. Nadie sale ganando y ahora sabemos que por el mundo deambulan dos seres destinados a estar juntos. Uno que acepta este hecho, la otra que lo niega por no permitirse ser feliz.