LA BODA
Mi tía Lola está irreconocible. Su gorda figura se ve tiesa bajo el vestido negro de satén y la sonrisa se le apaga por las molestias que le ocasiona la faja que le aprieta. Pero sonríe al instante, porque su felicidad es inmensa. Su única hija se casa hoy. El futuro yerno, Aldo, a quien llama El doctor para darse ínfulas, es muy buen mozo, proviene de familia pobre pero de bien y tiene un futuro asegurado como médico en el pueblo. Ella lo ayudará a instalarse y lo más importante, mi prima Mirtha lo adora.
Yo estoy en la cocina, veo como el personal se afana para que las mesas tengan todo lo necesario. Cuando oigo los sones de la marcha nupcial y los aplausos, voy al salón.
Aldo estrecha entre los brazos a Mirtha y ella se deja llevar por la música. Es de baja estatura, por lo que alza la cara para mirarlo a los ojos. Las manos de mi prima se pierden en las del marido, que son largas y finas. Las imagino suaves y firmes al operar a los pacientes. Y las sé cálidas, acariciantes, apremiantes y expertas para despertar el calor de una mujer.
Cuántas veces se había despedido de ella para regresar en forma sigilosa para pasar la noche conmigo.
La ventana de mi dormitorio da hacia la calle, si quería que amaneciera conmigo la dejaba abierta. Y quise muchas veces.
No sé por qué seguí con él cuando eligió a mi prima. Dijo que necesitaba dinero.
Creí que con el título en las manos podríamos irnos a otro pueblo, comenzar de cero, pero juntos.
El embarazo de Mirtha precipitó las cosas y no quise ver más a Aldo. No le contesté ninguna carta y mi ventana jamás volvió a abrirse para él. Ni para nadie.
Así que hoy, cuando todos se fueran, yo también lo haría.
Muchos de los invitados miran sin disimulo mis senos que sobresalen del escote del vestido. Algunos me invitan a bailar, otros me piden una cita. Yo tengo otra idea en la mente. No sé si es para llevarme el último recuerdo de Aldo.
Cuando las muchachas bailan con el novio, me pongo en la fila. El antiguo calor baila en la piel y el temblor familiar reacciona igual cuando estoy con él.
Trata de disimular, pero lo siento mío en los muslos, al bailar.
-En mi alcoba, ahora.
Me mira atónito y lo dejo para que baile con otra señorita.
Voy a mi dormitorio y espero. Por unos instantes pienso que no podría venir ni si quisiera. Pero siempre me digo que “querer es poder” y decido esperar por quince minutos. Pasan cinco y nada. Unos pasos resuenan leves en el corredor. Mi corazón late en forma acelerada. Pero no es él. Los pezones se tornan rígidos y lo deseo más a medida que las manecillas del reloj se mueven con pereza. Cuando pienso que ya no vendrá, aparece.
Entra como una sombra rauda y después de poner llave a la puerta, me abraza y besa con violencia. Yo respondo igual. El beso es interminable, después sigue en los senos libres del corpiño, mientras yo le muerdo el cuello. Le alboroto los cabellos y vuelve a besarme Le muerdo la lengua que introduce en mi boca y un hilillo de sangre asoma en los labios mezclados con carmín. Me alza en vilo y quedo a horcajadas sobre él. Rompe todo lo que le impide llegar a mí. Ese frenesí dura unos minutos. Después, queda respirando en forma agitada.
-Prométeme que nos veremos siempre- dice con un susurro.
-Anda, vete a tu fiesta.
Parece recordar la boda, se alisa el pelo, se mira en el espejo de la cómoda, se saca el lápiz labial de las mejillas y labios y se marcha no sin antes decirme que yo soy la única mujer que lo enciende y desea.
Cuando quedo sola me siento vacía. El rápido orgasmo vivido es pronto olvidado por mis planes de futuro. Irme de ahí y comenzar una nueva vida.
Tengo una hora para despedirme de los lugares que fueron mi hogar por más de veinte años Vuelvo a la fiesta con apetito.
La torta sobre la mesa principal está coronada con las clásicas figuras del novio vestido de negro y la novia de blanco. Paso los dedos sobre la crema y los lamo con deleite.
Me gustan las cosas dulces. Tengo deseos de comerme a los novios. El Chef había asegurado que estaban hechos con azúcar especial y confites importados.
Salgo al jardín y me siento en un banco en la oscuridad. Decido olvidar el pasado y sólo pensar en el futuro que comenzará en una hora.
Entonces fue cuando me comí a los novios.
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