Con la vista fija en todo y nada, en el aire. El teléfono suena, le es indiferente. Con la vida en un hilo y la mente perdida en todo aquello que importa por última vez. En su mano un estuche. El violín lleno de tristeza, frustración, alma y sueños; el mismo violín que más tarde, tras el último lamento sin salario en la estación salvador, encontrarían junto a su cuerpo inerte a orillas del mapocho... en eso si tuvo éxito: Fin de la canción y sentido a la nota que hallaron en su mesa de noche.