Nervios en crisis, un nudo en el estómago y todos mis poros dilatados. En la mesa gritan mi nombre y desde el escenario me llaman también.
Temor al ridículo. Temor a las risas de el montón de mostruos... Accedía a la insistencia de los pocos que me importaban, fue entonces cuando me armé de valor y me puse de pie, avancé hasta el escenario y saludé a los presentes y a los músicos.
Silencio...
Notas...
Mi voz fluyó espontánea y natural, viva y tranquila.
Expermiento segundo a segundo mis músculos relajados y la sensación de libertad, de indiferencia ante todo y todos, indiferencia a mi alma rota, a mis ojos que han llorado y que ahora permanecen cerrados, tranquilos. Estoy dentro de una caja de cristal, estoy sola y nadie entraría ahí nunca.
Y se rompre...
Y estalla un aplauso. Corazón agitado, alma sonriendo... Cinco segundos... Silencio otra vez.
Retorno a la mesa, tomo otro cigarrillo.
Piernas cruzadas, mirada perdida. Tristeza de nuevo, recuerdos.
Necesito mi caja de cristal. O mi alma reparada...