Fluyó del centro de tí. Arde, como líquido volcánico, resbala por cada esquina de tí, se apodera de tu conciencia. La ira, soberbia, desplazándose calma y turbulenta por cada milímetro de tí, visitando cada gota de tu sangre, dominando tu sistema nervioso y nublando tu vista que solo ve mis ojos como víctimas y victimarios; callando las voces alrededor, obstaculizando tu voz que solo escapa desesperada y como puede, liberándose en movimientos tu cuerpo acaricia violentamente el aire que lo abraza.
Te entregas por completo, respiración y latidos agitados, temerosa sudoración, habla temblorosa y sin embargo tus manos extrañas, no tiemblan y confundidas no saben donde ir.
Pero ya lo hiciste. Ya te entregaste. Tu alma no está y la mía escapó tras el golpe de tu mano fuerte, en el doloroso roce de piel que no pedí ni deseo. Salió por mis poros, terminó de escapar en los suspiros y sollozos, en mi llanto, en mis lágrimas saladas mojando tus sábanas aún azules.
Solo quedó mi concurrida soledad. Continúo escondida en un rincón, rodeada de todo el mundo.
¿Rastros de mi alma? Sí, sólo en la mancha de mi vientre y en la vida extinguida de mi regazo.
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