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Honoris causa

Ab origine.

Preocupado, vestido con su viejo pero impecable uniforme, meditaba y se resignaba al futuro incierto que le aguardaba en las Américas. Decidió fumar un cigarrillo de los que guardaba en el cajón de madera. Alea iacta est. Mejor opción no tenía, era su deber. No tenía la menor idea de lo que sucedería después.

Acérrimo en su profesión, don Juan de San Martín decidió embarcar rumbo al nuevo mundo y abandonar de motus propio su vida en España. Lo acompañaba un confuso pensamiento que lo abrumaba entre la desiderata, los viejos romances, sus deberes como oficial y la esperanza de a posteriori volver in memoriam de su madre.

El oficial español de corpore insepulto, después de varios días en alta mar, arribó al puerto bonaerense, ignaro de la situación real en el Río de la Plata. Sin embargo ex he homo, a contraris de sus temores, llegó a la Argentina para encontrar en doña Gregoria Matorral toda la dicha que en su natal España no pudo hallar y contrajo nupcias.

Don Juan de San Martín, de cierta forma, fue perdiendo los deseos de regresar a España, a fortiori debido a que resultó designado gobernador en la provincia de Corrientes. El rey Carlos III había ordenado la expulsión de los jesuitas, lo que provocó que los pueblos que ellos administraban pasaran a manos de gobernadores. “Dura lex, sed lex”.

El joven oficial y su flamante esposa viajaron rumbo a Yapeyú, donde a prima facie todo resultaba nuevo y hasta cierto punto desconcertante; no obstante, se instalaron ad limitum en aquél pueblo, que en guaraní significa “el río de los pájaros”.

Corría el año de 1778, cuando don San Martín nuevamente se vio premiado, insitum donde fuere su habitad, porque el 25 de febrero, doña Gregoria dio por cuarta vez luz a un varoncito, al que bautizaron bajo el nombre de José.

Cuando el benjamín llegó a cumplir cuatro años, don San Martín decidió volver a Buenos Aires, que finalmente fue declarada la capital argentina debido al virreinato consagrado en el Río de la Plata. Los años habían transcurrido a paso veloz y don San Martín ahora estaba adepto por regresar a sus pagos y por conseguir un nuevo ascenso.

Las ilusiones de don San Martín se desvanecieron cuando, al llegar a Madrid, jamás llegó el ascenso anhelado. Sin embargo se las arregló para que aceptaran a su hijo en el aristocrático Seminario de Nobles de Madrid.










causus belly


Diecisiete años apenas tenía, y sin embargo la adolescencia no abrumó la reciente trayectoria de José de San Martín como teniente, tras demostrar su valentía y estrategia al combatir bajo el insufrible territorio africano de Melilla y Orán adverso a los moros.

El ahínco de San Martín era seguir con la tradición de la familia, ser el mejor. Y lo demostró en cada oportunidad que tuvo. En cada acechanza, el asequible y afable Teniente demostraba su excelente táctica militar y su admirable destreza para abdir al enemigo.

Los conflictos entre Inglaterra inversus Francia y España desencadenaron otra lucha armada. San Martín embarcó en la “Dorotea”. Él y el resto de la tripulación fueron atacados por los navíos ingleses, que los superaban por mayor cantidad. La “Dorotea” fue vencida, sin embargo, los ingleses felicitaron a los españoles por su buen desempeño, a pesar de haber sido la minoría.

Tiempo después, San Martín fue encomendado a luchar nuevamente, esta vez contra las tropas napoleónicas. San Martín en esta ocasión encontró inspiración en el pueblo mismo. La gente luchaba sin dirigente político; trataban desesperadamente de evitar la invasión. La vox populi: soberanía.

Después de ingeniárselas contra los franceses, finalmente se dio lugar la batalla en Bailén. San Martín lleno de alegría, vivió junto a sus compañeros la derrota de las tropas de Napoleón. En esta ocasión, San Martín fue ascendido a Teniente Coronel.


Todo marchaba como manecillas de reloj. No obstante, corrieron abstrusos rumores de que una revolución se había llevado a cabo en América… precisamente en su tierra natal, Argentina. San Martín decidió hablar con un buen amigo suyo. Lo dicho era cierto, la revolución en Argentina había sucedido en mayo.

San Martín, abúlico, se encerró en su cuarto. Se sentó al borde de la cama y trató de despejar su mente, pero no tuvo éxito. Intentó atisbar objetivamente la situación. El dilema estaba, por un lado, en quedarse en España, pues después de todo en ella había forjado su educación y le debía todo. Por otro lado, estaba Argentina y el resto de América que requerían de su apoyo para obtener la libertad.

Retornó al suelo que lo recibió al nacer. Lleno de ilusiones ofreció sus servicios. La buena voluntad de San Martín se vio decepcionada en el inicio, cuando se sospechó que podría ser un espía del ejército español. A pesar de ello, logró convertir un cuerpo de caballería de trescientos indios en un régimen. Después de poco tiempo asombraría a todos per see.






Opera prima en América

In itinere los caballos se inquietaban. Los nervios se sentían correr en aquél lugar solitario, cercano a las orillas del río Paraná. Circa, el regimiento de San Martín aguardaba el desembarque de las tropas españolas. Después de la señal, ipso facto el régimen de San Martín encaró contra las tropas “realistas” de España.

Los soldados se mataban en el campo fértil de Santa Fe mientras las aves huían despavoridas por el sonar de las armas. El caballo de San Martín cayó muerto. Su pierna estaba atrapada bajo el cadáver. Los buitres ya rondaban. Una bala. La sangre brotó sin remedio en el uniforme argentino. Contranatura, el sargento Cabral dio fin a su vida, salvando al teniente de la muerte segura.

- “Muero contento, hemos batido al enemigo”- in extremis alcanzó a pronunciar, entre tanto sus ojos escapaban en fugaz despedida a los de San Martín. La victoria, aunque dolorosa, nuevamente era suya.
Al término de los hechos, San Martín fue a sentarse bajo la sombra del pino de San Lorenzo y escribió lo sucedido, pues ya no volverían las tropas realistas y éste era el comienzo de su trayectoria en América.

Com laude


En su regreso a Buenos Aires, San Martín organizó una secta secreta, la logia Laútaro, donde se comprometían a luchar por la independencia del país y por una constitución. Continúo adiestrando su regimiento… hasta que, con la misma suerte que había corrido su padre, conoció a doña Remedios de Escalada, con quien finalmente se casó.

Debido al recrudecimiento de una enfermedad de pecho, se refugió en Córdoba. Y fue en aquél tiempo cuando logró idear un plan extraordinario contra los españoles. Conseguiría instruir un buen ejército en Mendoza, pasar con él a Chile y acabar ahí a los españoles. Luego se aliaría con fuerzas chilenas y llegaría vía marítima hasta Lima y terminar así con el poderío español.

El plan a pesar de parecer aberrante se realizó ad litteram.

Consiguió ser gobernador de Cuyo, lo cual abarcaba las regiones de San Luis, San Juan y Mendoza. Realizó los preparativos.

Gracias a su amistad con Juan Martín de Purreidón en el gobierno rioplatense, logró mayor facilidad para crear el Ejército de los Andes, el ejército apoyaría en un principio a los chilenos en su lucha.

5 400 soldados argentinos partieron en enero, aprovechando el deshielo en los Andes, para llevar a cabo el sanmartiniano plan. Tras cruzar la cordillera andina, San Martín venció un ejército realista en la batalla de Chacabuco.



“En veinticuatro días hemos hecho la campaña; pasamos la cordillera más elevada del globo, concluimos con los tiranos y dimos la libertad a Chile.”
Dos días después entró en Santiago. Se le ofreció el cargo de director supremo, pero decidió cederlo a Bernardo O´Higgins.

San Martín mientras tanto, viajó a Buenos Aires para gestionar la ayuda necesaria a fin de continuar su plan. A su regreso a Chile se enfrentó a las nuevas fuerzas enviadas por el virrey de Perú.

Mientras San Martín pretendía atacar el ejército realista, su líder Osorio lo sorprendió bajo las sombras nocturnas y así provocó una derrota terrible de los rioplatenses.

A pesar de ello, a los quince días San Martín desmoralizado se reorganizó rápidamente y obtuvo la victoria en Maipú. Declaró por fin la libertad chilena.

Volvió el héroe a Buenos Aires pues necesitaba afianzar su próspero plan. Sin embargo, una lucha civil se desató en Río de la Plata y se le ordenó que regresara el ejército de los Andes para luchar contra los federales. San Martín desobedeció y finalmente lo apoyó O´Higgins en Chile.

El gobierno de Buenos Aires mandó a San Martín un ultimátum para poner freno a la sociedad rioplatense ácrata. - “El general San Martín jamás derramará sangre de sus compatriotas y sólo desenvainará su espada contra los enemigos de la Independencia en Sudamérica”- magíster dixit.

Después de dos semanas de navegación llegaron a la costa peruana 4 500 hombres, bajo el mando del almirante escocés lord Cochrane, mientras que San Martín era el general en jefe. Los planes de San Martín lograron desorientar y debilitar al enemigo, además de obtener soldados realistas que se pasaron al bando americano.

No consiguió llegar a un acuerdo con el virrey, pues San Martín exigía el reconocimiento de la independencia de Perú. La lucha continuó. El ejército libertador entró en Lima y declaró al fin la independencia.
El vencedor entra in loco citato como un invitado del pueblo, aclamado por la gente. Estaba orgulloso. Su concepción del mundo gracias a los valores que lo arremetían, lo convertían en poco más que un semi-dios coram pópulo.

Los peruanos no se ponían de acuerdo para instalar un gobierno, así que el Libertador aceptó el mando político con el título de Protector.

Las tropas virreinales dominaban todavía gran parte del Perú y del Alto Perú. En medio del clímax en pos de la independencia americana, San Martín comprendió que lo mejor sería unirse con las tropas del venezolano Simón Bolívar, quien había logrado la liberación de su tierra y de Nueva Granada en Colombia.

Se reunieron secretamente en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil. Nunca se supo lo que se dijeron en aquél simposium. San Martín entregó su ejército a Bolívar y renunció al cargo de protector en Lima.



Consumatum est


Regresó junto a su esposa a Buenos Aires. Pero al llegar, ella ya había muerto; ergo decidió llevarse a Europa a su hija y evitar las luchas entre sus compatriotas.

Su destino fue Francia, donde vivió sus últimos latidos. En el verano de 1850 se trasladó a Boulone-sur-Mer pues su salud empeoraba y decidió sentir el clima marítimo. Allí pereció grosso modo pobre, débil y casi ciego en agosto.

Post mortem, las palabras del Santo de la Espada, verbatime han quedado en la memoria de los hijos de la patria Argentina ad infinitum: - “En cuanto a mi conducta pública, mis compatriotas dividirán sus opiniones; los hijos de éstos darán el verdadero falló”.


Lissette M. Jung

Texto agregado el 22-10-2007, y leído por 169 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
22-10-2007 Excelente trabajo. No más. Saludos SORIN
 
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