A cuadritos de existencia, a ínfimos espasmos de sentir personales de un humano creado como humano, criado como individuo. Dolor que clama en su alma de ser único, sufrimiento repetido en la historia que se clava en su irrepetible experiencia. Ay! clama en su alma, y ese ay! vale más que cualquier otro, que cualquier otro grito de heridos seres, porque es el suyo propio, porque a él le ocurre. Cómo podría imaginarse que hoy todos lloramos y que otros lloran por dolor de vientre infectado de gusanos y no debido a una intranquilidad surgida del ocio cómodo de estar cuestionando porqué a uno le ocurren esas cosas tan terribles para el alma. No, él no es capaz de trasladarse al intestino de un pequeño mendigo africano estirando la mano a ver si algún conchesumadre evolucionado, primermundista llorón le entrega un plato de pescados descompuestos, repleto también su estómago de parásitos, de pestes. Ay!, has gritado tantas veces dolorido ante ideas de tu vida, te creíste so especial, tan indescriptiblemente superior, y hoy miras fuera de tu cara y tu terrible visión personal fugazmente se ha difuminado, ha quedado ahí tirada, y ves tu piel con asco, tu ser interno tan siempre tú, siempre tan único. Quisiste explicar qué te hizo bien, qué te liberaba. Cierto es que no te liberó un ápice el ver que otros hombres están presos al frío y hambre, y que ninguna de tus razones de libertad le sirven, que ningún bien hiciste a los condenados que apenas pueden quejarse con tus falaces soluciones mentales, acomodados pensamientos destinados a hundirse en cabezas de otros -como vos- que consideran las artes como profundas y sublimes, elevadoras. Y pensaste que sí, que pueden ser elevadas, pero en otro mundo, en los lugares donde es posible mentir para enriquecer las demás vidas, pero no ya en este mundo, en esta época de mierda -te dijiste- donde caben perdiciones y atroces discursos destinados al fracaso, aportando al progreso negativo. Te sentiste parte de una élite, pero sin orgullo de pertenecerle... Ay!, si tu vida fuese el común, pensaste, si los máximos dolores fuesen los que vives, con satisfacción sufrirías y con el pensar solucionarías para todos las molestias. Y dejaste de lado tu comuna selecta de cerebros atrofiados que de lado dejaron a su cuerpo, pues decidiste mover no solamente la mano para combinar unidades del abecedario, y te marchaste a la ruina de quienes de papel carecían, y utilizaste los dedos no para el progreso deslumbrante de una gris cultura, si no para sanar aunque sea con caricias los huesitos de los subseres. Entonces gritaste a los antiguos maestros que cómo, cómo creen que una evolución positiva puede significar el crecer del poder y no satisfacer o ayudar al ser que el crecer del poder acabó por destruir. Pero ya ves, ya ves que nadie, nadie escuchó ese grito, ese grito que gritaba por los que no tienen fuerzas de gritar, de gritar que están tan mal, tan mal organizado el bienestar, el bienestar de un modelo que sirve a unos pocos, unos pocos cegados, cegados por energías inexistentes que nuestras cabezas hicieron verdad. |