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Inicio / Cuenteros Locales / Elessar_05 / El conde Amor

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Existió hace mucho tiempo, cuando el cielo era joven, la duquesa Soledad que vivía en los confines del mundo, donde reina la oscuridad.

La duquesa Soledad nunca salía de sus dominios, y pasaba el tiempo caminando por sus parajes sombríos y devastados.

Fue que un día entre los días, mientras caminaba, vio pasar un ave blanca que no conocía. La observó dar vueltas en el cielo y su gracia le fascinó. Entonces mandó traer a sus vasallos, lord Pesar y lady Melancolía para preguntarles de esa ave. Pesar y Melancolía eran grandes conocedores del mundo, seres errantes, y seguramente sabrían el nombre de aquel ser encantador.

Acudieron los mentados, pero apenas notaron la presencia del ave, corrieron asustados al castillo, buscando refugio.

- ¿Por qué corren asustados? – preguntó la duquesa sorprendida.
- Perdone nuestra cobardía – dijo Lord Pesar inclinándose respetuosamente – pero esa ave nos llena de temor, no podemos estar donde ella se encuentre.
- Esa ave se llama Felicidad – continuó lady Melancolía bajando la cabeza – es el ave de un duque… poderoso entre los demás…
- ¿Qué duque?
- El duque Pasión – murmuró Pesar temblando de pies a cabeza – y su ave Felicidad nos persigue hace mucho, no podemos estar en un lugar para siempre porque llega y nos corre con su luz y su pureza.
- Felicidad nunca nos da tregua, porque es viajero como nosotros, siempre en busca de algo…
- ¿Y qué es ese algo? – la duquesa Soledad se sentía muy atraída por esa historia y quería conocer todos los detalles.
- Un esposa para el duque… - anunció Pesar.
- El duque Pasión ha sido muy desdichado por no encontrar la esposa que él requiere… se ha casado con lady Pureza, pero no funcionó y luego de que naciera su hijo el conde Pudor se ha vuelto a casar con lady Excesiva y tuvo a su hija Lujuria, pero se separó nuevamente y no ha podido encontrar otra esposa.

Para su sorpresa, el ave Felicidad entró por una de las ventanas y Pesar desapareció junto con Melancolía, quedando el ave y la duquesa en la habitación.

Entonces, Felicidad extendió una pata y la duquesa tomó un papelito doblado en cuatro que llevaba en ella.

Se llevó una mano al corazón cuando vio que se trataba de una invitación. El duque Pasión la invitaba a una fiesta que celebraría en su castillo tres días después por su cumpleaños.

De inmediato, la duquesa Soledad inició sus preparativos para salir de viaje.

Quedó maravillada ante el recibimiento que le brindara el duque Pasión y ante lo hermoso de sus dominios. Todo en ése lugar parecía estar en perfecta cordialidad.

A medio baile, el duque Pasión se acercó a la duquesa Soledad y la invitó a dar un paseo. Pasión y Soledad se sintieron atraídos al instante y decidieron casarse de inmediato, no querían desperdiciar lo más mínimo de su eternidad.

Al poco tiempo de su unión, nació el conde Amistad y luego su hermano el conde Amor. Eran los dos hermosos e inteligentes, siempre de la mano, unidos.

Amistad era el alegre muchacho de la casa. Tenía los ojos siempre risueños y la sonrisa en los labios. Siempre riendo, siempre cantando con sus amigos, como él solía llamarlos.

Amor, era también alegre, pero con un toque de melancolía sumamente encantador. Solía recargarse en el alféizar de su ventana para ver el horizonte, sus ojos tenían el brillo más puro que nadie, y jamás un mal pensamiento nublaba su frente. Pocas veces se enfurecía y en los pocos momentos que se sentía amenazado de algo o alguien, su bello y delicado rostro adquiría un aire de gravedad que ningún pintor podría plasmar.

Llegó el día en que el rey Destino, cansado del trono, quiso abdicar, y para esto llamó a todos sus súbditos con el fin de encontrar un sucesor.

Pasó su mirada ante todos ellos, desde el conde Rencor y su esposa Envidia hasta dar con Pasión y Soledad. Entonces reparó en su hijo Amor, siempre bello y sabio, sin vicios, sin exageraciones. Y lo supo.

Se levantó del trono y quitándose la corona, caminó hasta el joven Amor, a quien besó la frente, y dijo:

- Amigos míos, mi tiempo de reinar ha concluido, pero para poder marchar en paz, necesito de alguien que cuide mi reino. He mirado a todos, los he medido, los he conocido muy bien ya… los hay sabios, pero viejos… los jóvenes pero marchitos por dentro… sin embargo, entre todos ustedes, encontré a uno…, uno sólo capaz de llevar la corona sin quejarse del peso y capaz de luchar contra todas las adversidades, contra todas las revoluciones… y ganar.

Y, poniendo la corona sobre Amor, se arrodilló ante él. Todos los demás imitaron a Destino.

Desde entonces, el conde Amor se convirtió en rey y es quien rige la vida de los hombres, poniéndoles orden.

Y como Amor nunca ha habido otro rey, ni lo habrá. Los poetas no se cansarán de alabarlo con sus versos, y los sabios y los que se han quitado la venda de los ojos saben que es el más perfecto y se rinden a él, diciendo:

¡Dios guarde a nuestro rey Amor!

Texto agregado el 22-10-2007, y leído por 224 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
04-07-2008 Bella fábula, por supuesto imaginaria. Porque al mundo real no lo gobierna precisamente el rey Amor. Besos. ggg
 
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