Creí perder la razón
en los ojos de la fría
mañana ausente, en los
juegos de soledad vacía.
Creí perder la razón jugando
con la vida a la muerte,
creí perderlo todo y ahora
lo he ganado.
Vivía abandonada en la helada
cuneta de la esperanza vana
y sin darme cuenta me regalaste
anhelos y travesuras.
Te sentía en el olor del café
recién hecho y en los bollos
industriales de la aleve tarde.
Oía tu voz enlatada y tus palabras
sonoras vigilar mi sueño de justicia
inerte.
Creía verte en fondo gris de la
aurora recién creada y en los ocasos
rojizos de melenas varias.
Oía el llanto quejumbroso
de las curvas de mujer de tu guitarra
de vodka y fantasías rotas.
Y tus ojos pozos de engaño y traición
aún siguen alegrando el hastío
de mis tardes semanales y tu palabra
quebrada sigue llevándome
al terreno de la estéril utopía
de futuros días mejores.
Y no importa lo lejos o lo cerca.
Que mi vida sea muerte o que
el dolor me ciegue, sólo me importa
guardarte en el cofre de mis aurículas,
en la sangre verde de mis venas pardas
y en la psique de un mundo nuevo
en el que yo no existo.