"¡Nunca voy a abandonarte!", se escuchó decir desde el rincón más oscuro de la casa...
Ella estaba en la cocina tratando de hacer ese postre que debía hervir a fuego lento durante media hora. Se sobresaltó por lo que había escuchado. Era la voz del bibliotecario.
"Pero... -se dijo - si el bibliotecario murió el año pasado... ¿Cómo pudo suceder? Sí. ¡Es su voz!"
"Debo haberlo imaginado", pensó y continuó con su labor.
Pero, en el último momento, cuando ya el flan casi terminaba de hervir, oyó nuevamente: "¡Nunca voy a abandonarte!".
Se le erizó la piel. La situación se había vuelto insostenible.
Sacó fuerzas de no sé dónde y, a pesar de que no había tomado el medicamento para los dolores reumáticos y que sus piernas casi no le respondían, se dirigió a la carrera hacia el sitio de donde provenía la voz...
Y allí estaba. Sí señor... allí estaba.
El loro del bibliotecario.
Ese odioso pájaro verde había copiado fielmente la voz de su dueño.
No. No era cómico. Ella odiaba a ese tipo que la había perseguido a sol y a sombra durante años. Cuando se enteró de su muerte pensó que se había liberado de él. ¡Pero no!
El loro seguía gritando: "¡Nunca voy a abandonarte!"