Viejito pícaro y dicharachero, te fuiste en el momento menos indicado, cuando las campanas de tu alma tañían con entusiasmo. Tus últimas letras se las dedicaste a ellas, a las mujeres, a las que siempre adoraste, con las que fuiste gentil y galán, pese a tus muchos años, pese a tus achaques, aún con la parca rondándote los huesos.
Hoy, después de un par de años en que no quise acercarme a estas páginas, por temor a que las lágrimas anegaran este espacio maravilloso, me atrevo a retomar tu legado y con tu mismo nombre y con tu mismo espíritu pero con mis propias palabras, intentaré honrar tu memoria para dibujar relatos que me nacen o que te los escamoteé cuando aún existía un hálito de vida en tu cansado cuerpo. Comienzo aquí con este Adiós que es un regreso y una promesa y aguardo tus guiños simpáticos desde el más allá.

Descansa en paz mi bello viejo
Aunque no lo creo,
Sobornaste a algún arcángel
Hiciste un forado en alguna nube,
Le agregaste más cuerdas a tu lira
Y entonas incansable muchas cuecas
Y les cantas a las mujeres
Que desde entonces revivieron
Y te siguen con las palmas
Y San Pedro se ríe para sus adentros
Por este viejito pícaro
Que no sabe lo que es descansar en paz


Mi querido tío falleció en 2004 víctima de un cáncer, pero nunca perdió el entusiasmo por la vida y hasta el último momento estuvo preocupado de crear y dejar sus póstumas palabras para la posteridad.