¿El sonido de una tos puede considerarse dramático? Depende del contexto indicarán algunos, pero quizá para el cineasta Aki Kaurismaki pueda que sea el motivo esencial de un drama. Así lo expresa en la entrevista que le hiciera Helena Yanen en los años 90 y que aparece registrada en el portal www.pulpmovies.org. De hecho, podríamos arriesgarnos a señalar que esa es su apuesta por el cine, o por lo menos un rasgo sostenido y evidente: esa construcción de sus historias a través de los detalles, de las minúsculas escenas que envuelven un todo. De allí que también se le haya etiquetado como minimalista del séptimo arte.
Aki Kaurismaki nace en Ormattila (Finlandia) en 1957. Va a realizar algunos trabajos antes de fundar su propia productora (Villealfa Productions) juanto a su hermano Mika. Desde los años 80 juntos van a contabilizar una quinta parte de la producción cinematográfica finlandesa.
Para el año 2002 surge un proyecto bautizado bajo el nombre de Ten Minutes Older, el cual reunía a una serie de cineastas de cierto renombre para que cada uno de ellos, a través de un cortometraje, presentaran su percepción sobre el tiempo. Dicho proyecto esta dividido en dos partes The Trumpet y The Cello cada una de ellas reúne diez cortometrajes con duración de diez minutos cada uno, todos mirando al fenómeno del tiempo. Dentro de ellos aparece el corto de Kaurismaki titulado (traducido) Los perros no tienen infierno.
La historia en términos muy generales narra los diez minutos de un personaje que acaba de ser puesto en libertad por parte de la policía y que decide abandonar todo e irse a trabajar a Siberia. “Abandona todo por amor” dice el personaje que, en esos diez minutos, resuelve buscar su futura esposa y su cómplice del viaje.
Desde luego, en el cortometraje emerge la figura del reloj (que es requisito del proyecto) que nos va guiando acerca del tiempo que va trascurriendo. Sin embargo, la actitud de los personajes, el movimiento que encarnan parece opuesto a la acción que se desarrolla. Es decir, ese tiempo convencional que nos ajetrea y nos hace un llamado a la rapidez en estos personajes no parece llegar. Ellos de una u otra manera andan separados de esa rapidez con que lógicamente se mueve el mundo, como si no pasara nada. De allí que surja un tiempo más lento encarnado en la actitud que tienen ellos frente a las situaciones.
Uno de los posibles objetivos del cine es mostrar pedazos de una sociedad determinada, es decir una excusa para ver salir la sensibilidad social. Podemos ver con Kaurismaki que una de sus constantes es ambientar sus películas entre las clases más desfavorecidas en el norte de Europa, de allí que algunos críticos le cuelguen la etiqueta de “neorrealismo moderno”. Este título quizá nos invite a recordar y a mirar el neorrealismo italiano (Rosellini, por ejemplo) salvo que este nuevo no le da tanto valor al sentimentalismo o a la expresividad.
Por eso los personajes no revelan claramente sus sentimientos, los avisa tímidamente a lo sumo, en pocas palabras (así la escena sea una boda o el emprender un viaje). Estos personajes marginales se visten de un hieratismo y una introspección sin par. Son soñadores y pasivos que se mueven por un anhelo que de cuando en cuando se asoma retraídamente.
Estos personajes se mueven en ambientes silenciosos rozando lo triste, pero con una estilización que le resta ese dramatismo con el que se venía trabajando. De hecho, otro título que se le ha otorgado a Kaurismaki es el de crear un “neorrealismo colorido”.
Desde luego, estas apreciaciones son personales, pero de una u otra manera coincide con algunos puntos que los especialistas han resaltado del citado autor que, hoy en día, es punto de referencia para aquellos que buscan nuevas formas de contar una historia en la gran pantalla.

Jairo Rojas
Junio 2007