Había una vez, una abuela ninfa que inventaba palabras para darse halos de ser una gran lingüista y conocedora de todo el diccionario. En una ocasión leyó un cuento para los niños que tanto la seguían. Éste decía:
“Leonor recorría los altos de aquella montaña; era una tarde fría, el cielo era gris y borronchoso. Empezaron a caer agugones tan grandes que las raizocas piernas de la niña temblaban.
Ella recorría por las derrochas cochuelas para llegar a su caparrocha; por descuido, cayó por un gatorroto que estaba en el piso y, de esta manera se borronchoso toda.
Al día siguiente, Leonor tenía crisepos y no podía ir a la escuela; la llevaron con el cator y la alocantó. Ella sonriente, ya pudo corrocar”.
Mientras la abuela ninfa leía el pequeño cuento, los niños preguntaban el significado de algunas palabras y, la abuela les respondía: “Niños, si no leen, jamás van aprender palabras salintas como yo”.