Cuando te conocí, comprendí eso de las mariposas en el estómago,
Fue frío y calor a la vez, como un dolor que se hace necesario para vivir,
Los segundos en que nuestros ojos se toparon fueron eternos, mágicos,
Un abismo de donde no se puede salir, porque no se desea salir,
Me enamoré irremediablemente, un imán me unió a ti.
Pero conocí el amor y la desilusión con segundos de diferencia,
Y el cambio me despedazó, cuál única rama contra el viento feroz,
Desde entonces lloro, y grito al destino por su trampa,
Por darme placer, para luego arrebatármelo con cruel precisión,
Por hacerme conocer un agonizante dolor.
Cuando el hechizo de tu mirada se resquebrajo un milímetro,
Recorrí tu cuerpo con los ojos, y lo que vi me impacto
Tu mano sostenía otra, sendas argollas de oro las adornaban,
Una lágrima solitaria por mi mejilla resbaló,
Pero seguí caminando, aunque me moría de dolor.
Fue el minuto más intenso de mi vida, no tengo ni una foto para observar,
Jamás escuché tu voz, pero mis labios inmóviles pronunciaron un te amo,
Serás mi más apreciado sueño, la historia que a mis nietos les voy a contar,
Porque debo confesar un secreto, un detalle que no había hasta ahora nombrado,
Y es que también iba unida desde hace tiempo a otra mano.
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