De repente ya no importa lo que antes dije. Y no es que deje de ser importante, es que ya no será trascendental. Y de repente me falta el aire, me falta espacio. Me siento atrapado, entre sombras, entre cubículos, entre computadoras y espacios. Y de repente siento que se torna complicado ser yo, como alcanzar las metas y no sentir la satisfacción de llegar. Es como si fuese una mariposa que salió antes de tiempo del capullo.
A veces creo que estoy metamorfoseándome, que estoy votando la piel, cual serpiente citadina que camina todos los días los mismos caminos. Pero la piel se la lleva el viento. La toma un científico loco para hacer sus experimentos, para sacarme las ganas desde la distancia, para tornarme apático.
Y de repente ya nada importa. Ni las metas, ni los sueños, ni las fiestas, ni los vinos. Es doloroso saberse fracasado en medio del éxito. De repente pierdo la noción de felicidad, de logro, de paz. Es querer estar sin poder estar. Es caminar en medio de las calles sin ver a nadie, es no estar en el presente, es vivir una realidad paralela. De repente no despierto. Todo es silencio. Ese silencio que no te permite despertar.
En mi sueño intento despertar, me doy golpes en la cara, me grito, me agito, pero todo permanece inerte, como paralizado. Sin brisa, sin alma, sin vida. Ahora realmente nada importa, de repente mis temores se tornan realidad. No hay forma de despertar y los días no siguen transcurriendo. Cada segundo es una eternidad, y duele.
De repente ya no estoy.
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