Desde niñas nos enseñan a vivir en colores, el azul para los hombres, el rosa para las mujeres y el amarillo por si cualquiera… Nos casamos de blanco, hasta podemos ser transparentes y terminamos nuestro camino en el negro. Pero en la acuarela de la vida nunca nos enseñaron los matices, los príncipes azules desteñidos, los trajes de novia color mantequilla, aquellos de vidas plomas y violetas de mil colores; magenta, púrpura, lila y morado. La vergüenza, la furia y las rosas de rojo, el chocolate blanco y perros tricolores. Temblamos a la sombra de palettas gradientes en su intensidad.
Aprendemos a salir corriendo de algunos y correr tras otros. Yo aún voy tras las espadas doradas, caballeros invisibles, mi pequeño piano de arcoiris, mi primer triciclo rojo, zapatitos negros de charol, mi bambi café, con mi fotito pegada en la pared de mi sala, el cuadrillé de mis delantales. Mariposas anaranjadas, chapes tornasol, los merengues congelados y las duras galletas con adornos multicolores incomestibles, espantosos payasos, juegos de pinta, dulce rosa algodón y besos pintados para mí.