Nunca supe quién fue; nunca su nombre escuché
Mas, desde aquel día la llevo como parte de mí.
Radiante se veía aquella mañana
Ocupaba el 12 "B". Tan cerca de mí...
Su delicado perfume invadió mis sentidos.
Jamás cruzamos palabra. Jamás...
Pero intercambiamos miradas,
miradas, y una sonrisa.
Esa es la sonrisa que siempre llevo conmigo.
Entonces pensé que nuestro destino era el mismo;
imaginé que lo alcanzaríamos juntos.
Enorme estructura ligera como el viento;
Saeta que nos remonta al cielo.
Rumbo a las alturas una oración inspira.
Cruzamos miradas; miradas y disimulo,
Porque estuvimos juntos, y tan distantes a la vez.
El mundo iba quedando atrás aquella mañana,
Más espléndido el día
cuanto más al cielo nos acercábamos.
Cielo azul intenso, inmensidad eterna.
Borlas de algodón que rompen el vacío.
Rugientes motores, tierno ronroneo.
Porque vislumbrábamos espléndido horizonte;
porque prometía maravilloso amanecer.
Pero... ¡Cuánta pretensión la nuestra!
Pensar que hacemos el destino.
Pues ¿qué es el destino?
Se empeña en ignorar sueños,
se empeña en desviar caminos.
Entonces su voz percibí.
Jugo de naranja... y sólo eso.
Sólo 13 fonemas, y nada más.
Suficiente para inferir dulce ser,
para imaginar frases de amor.
Tres palabras, tres y nada más.
Vino para mí; y el periódico del día.
Y un guiño en su mirar dejó ver
que temprano sería para vino degustar
Porque sin duda, tal idea desperté.
Entonces creímos que seguiríamos juntos;
Mas sin embargo, el destino nos alcanzó.
Nunca de aquel vaso probó.
Estruendo ensordecedor nos sacudió.
Zarandeados cual muñecos fuimos.
De las manos las bebidas se desplomaron,
y en un instante, todo confusión.
Objetos golpeaban, chocar de cuerpos...
gritos, gritos y llanto, crujir de metales.
Mucho, mucho ruido, ruido ensordecedor.
La mente, pobre mente que no comprendía.
Ella buscó mi mano; yo se la di.
Ella apretaba con fuerza; yo sólo sostenía.
Quería tranquilizarla, pero ¿quién podría?
¿Quién, cuando la muerte nos mira?
Transcurrió muy rápido, segundos eternos.
Irrespirable, el aire se tornó; estallido del infierno.
Y todos los demonios quemando los pulmones.
Miedo, mucho miedo. Miedo a ser tocados por la muerte.
Insaciable muerte que aquella mañana nos buscó,
aquella maldita mañana, cuando 74 vidas arrancó.
Ella, ella estaba allí; ella... o lo que de ella quedó.
Despojos de una vida estrechaba entre mis brazos.
Y hoy la recuerdo; hoy, con ella sueño.
¡Cuánta pretensión la nuestra!
¡Pensar que hacemos el destino!
¡Destino que se empeña en ignorar sueños...
que se ufana por desviar caminos!
Hoy, sólo me queda su sonrisa
Aquella sonrisa, y la esperanza
de algún día volver a estar juntos.
Cancún, en la costa del Caribe mexicano
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