En esa esquina
(Escrito para el Reto 14)
Ya me lo decía mi familia que esta supuesta afición me llevaría por el mal camino. No supe cuanta razón llevaban hasta ese día. Mas me hubiera valido centrarme en otras cosas, ¡Pero no¡, tuve que encapricharme en esto ya que no requería esfuerzo y creí tener un don divino. Una cosa llevó a la otra y al poco tiempo se convirtió en mi modo de vida, sencillo y prácticamente infalible. Luego vinieron los halagos interesados y las amistades de conveniencia, que me empujaban a seguir cuando mi voluntad o entusiasmo decaían. Era todo tan cómodo y gratificante, y no conocía límites……..
Acepté el reto por culpa de mi soberbia desmedida que me hacía creer infalible, por mi entorno que me jaleaba en busca de un Dios que adorar y por supuesto por la desorbitada codicia que despertaba en mi la recompensa, solo a la altura de los dioses…..lo inalcanzable
La evolución de la secuencia era ideal, mis movimientos perfectos, mi satisfacción iba en aumento tras cada acierto, la concentración era máxima hasta que el acto final se hizo presente.
Todo comenzó cuando pronuncié la frase fatídica, sentencia inapelable que yo mismo me imponía.
– En esa esquina – señalando con el índice de la mano izquierda mientras los espectadores rugían y mi rival sonreía ligeramente.
Coloqué el taco en posición, sujetándolo suavemente con la mano izquierda sobre la mesa. Ensayé su deslizamiento, otra y otra vez, buscando transmitir a mi brazo derecho el impulso justo. Contuve la respiración unos instantes que me parecieron eternos y golpeé suave y secamente la bola blanca. Esta rodó y rodó y mis sentidos se ralentizaron producto de la tensión antes contenida y ahora desbocada. La bola se movía para mis sentidos en cámara lenta, como si le costara moverse por el paño verde esperanza que yo quería ver. Finalmente el impacto se produjo y la bola lisa se encaminó hacia la esquina indicada. Media vida después rebotó en el borde derecho de la tronera, luego en el izquierdo, nuevamente en el derecho y se detuvo junto al izquierdo a milímetros del abismo deseado por mí y negado por la física. Instantáneamente la escena recobró su tempo y mi rival en un diabólico movimiento, certero y seco, entronó mi error. Seguidamente se dirigió hacia la bola negra y entronó violentamente en la tronera opuesta a la anterior…… La sentencia era firme, ¡había perdido mi alma!
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