Al fin he llegado a casa, acaba de comenzar un año nuevo, ya pasaron las fiestas, las primeras desde que quedé viudo, siento una rara sensación, extraño mucho a mi mujer, a mis hijos se los ve bien, ya no tendré que preocuparme por ellos, los tres están casados, en total tengo nueve nietos, divinos ellos, pero el mas chico tiene diez años, ya todos tienen su vida propia, me quieren, pero me siento una carga para ellos, me gustaría que me acompañen mas, pero no les puedo exigir, yo también fui adolescente, y me imagino sus vidas.
Mis hijos, el mayor que acaba de traerme, tiene un muy buen pasar económico, tiene un cargo importante en el Banco, el del medio, trabaja en una oficina, no le va mal, aunque la tiene que luchar, y la nena, que ya tiene treinta y siete, anda bien con su negocio de ropa. Solo comparto con ellos los almuerzos de los domingos, pero los otros seis días me siento muy solo.
El único amigo que me queda vivo se volvió a su Córdoba natal hace mas de dos años, y ya con mis ochenta y tres años y estos dolores no tengo muchas ganas de andar dando vueltas.
Mis hijos me hablan del centro de jubilados, pero a mi no me gusta la idea de juntarme con viejos para hablar de enfermedades.
Lo único que disfruto realmente, son las caminatas que hago a la mañana tempranito los días lindos por la plaza.
Hoy sigue siendo primero de enero, no voy a arruinarles el comienzo del año a mi familia, pero para mañana dos de enero ya tengo preparado el arma para irme de aquí.
|