No me llames, hoy tampoco puedo ir a visitarte… Se ha vuelto a enfadar.
Ahora mismo un líquido rojo se extiende delante de mis ojos, una mancha que tengo que limpiar antes de que vuelva para que no enfade. Pero no soy capaz de levantarme del suelo, y lo único que soy capaz de pensar es lo mucho que me apetece ir a visitarte y sumergirme en tus aguas, un líquido tan distinto al que ahora se extiende delante de mi, y me empapa, me ensucia, no como tu, que me limpias, que me haces sentir mejor.
Hace mucho tiempo que he dejado de preguntarme por qué, ahora solo lo acepto como el destino que me ha tocado vivir, porque él me ha hecho ver que no merezco más que este sufrimiento, que este dolor. Que no merezco ni siquiera disfrutar con las visitas que te hago. Pero, te necesito, necesito tu silencio y al mismo tiempo tu bullicio, necesito tu paz y al mismo tiempo la confrontación de la vida que se desarrolla a tu alrededor.
Pero ahora mismo me tengo que levantar y ponerme a limpiar la mancha que se extiende ante mi ojos, tengo que hacerle la cena, porque no puedo hacer que se vuelva a enfadar.
Y mañana iré a tus orillas, me sumergiré que en tus aguas, y volverás hacerme sentir, como la primera vez. Sentiré mi piel bajo tus carias, y no bajo sus golpes. Y tal vez esta vez me harás ver que si valgo algo más.
Pero eso será mañana, y hoy todavía sigue siendo hoy, y ahora tengo que hacerle la cena. |