I
Somos una generación que no se preocupa por preguntas tan ‘profundas’ como por qué nací, para qué estudio y qué quiero hacer, pero sí nos da piedra tener que estar en tremenda sociedad - ¿Por qué no nací en Estados Unidos o en España?-. Somos unas personas que apenas pensamos en pasarla rico, salir, divertirnos y no dejar que las ‘malas vibras’ se acerquen a nosotros – de hecho, no sabríamos cómo manejarlas -.
Dejamos que nos digan cómo es que mejor nos vemos. Nuestras mentes se pierden en medio de lo que los demás quieren que seamos. No sabemos lo que es tener criterio y en este momento no nos interesa. ¡Qué mamera ponerse a pensar como un adulto! Si apenas somos jóvenes, estamos en la U, podemos ir a rumbear porque no tenemos un horario fijo tan cuadriculado como en el colegio. ¡Tan chévere la ‘libertad’ de la U!
Ojo, no hay que pasar desapercibidos: tu Levi’s descaderado, tu ombliguera Diesel o Gas, tus pantaloncillos asomándose por la pretina del pantalón; recuerda que entre más beses más podrás presumir, y si quieres ser el macho dominante, tienes que aprender a tomar diez en un cuarto de hora sin marearte y vomitar en la calle, y no puedes dejar de asistir a cuantas peleas se necesiten para reafirmar tu lugar dentro de la manada académica.
Digamos algo profundo, lo que entendimos en clase: Somos fiel representación del ideal cartesiano, supuestamente ‘Descartado’.
II
Somos una generación que ha encontrado la respuesta: el mundo es una mierda, las personas valen mierda y yo no valgo ni mierda, así que mejor no pierdo el tiempo en tonterías y sigo la corriente. ¿Después? La mierda o la muerte.
III
Al principio creímos que el mundo era bueno y la gente valía la pena, pero al crecer nos dimos cuenta que no todo es tan color de rosa.
Alguna vez creímos en nuestros sueños, crecimos pensando que con la coherencia en nuestros actos y una actitud acorde con lo que nos enseñaron como ‘bien’ la vida sería fácil y benévola con nosotros. Pero vimos que nos traicionaron, nos humillaron, nos vendieron falsas imágenes, el vivo se come al bobo – o como el ridículo título de un libro, ‘el rápido le gana al lento’ -.
De la manera más inhumana hemos aprendido - no entendido - que debemos vivir solos y depender de sí mismos. Nos cuestionamos varias veces y al final siempre terminamos donde empezamos, en nada. La incertidumbre nos invade, no sabemos defendernos ante ella, buscamos dónde refugiarnos y encontramos respuestas que vuelven a generar preguntas.
Los teóricos nos relatan diciendo de manera general que hemos elegido expresar nuestra soledad por medio de la música electrónica, pero no saben – o lo saben y no lo dicen - que en pleno siglo XXI todavía existimos los románticos, los soñadores, los ‘mamertos’, los fascistas… cada uno con sus propios gustos basados en lo que alguna vez ellos usaron, por ejemplo, nuestra generación encuentra respuestas a nuestra condición en la producción musical que los sistemas políticos y las dictaduras estimularon, pues hace mucho que no le creemos a nuestros padres, maestros, curas y gobernantes.
Ellos nos observan y miden desde lo que son, crearon categorías – x, y, hippies, yuppies y la casi institucionalizada ‘generación de la guayaba’ – y no se han dado cuenta que por su propia culpa nosotros no tenemos futuro.
IV
Puede que no nos demos cuenta de qué es lo que ocurre frente a nuestra nariz, o puede más bien que día a día nos damos cuenta de lo difícil que es intentar ser uno mismo y ser fiel a lo que se cree. Somos ‘sujetos’ que nos quedamos viendo cómo cada uno de nuestros sueños y deseos de infancia se van desmoronando; creímos tener la receta mágica para poder salir adelante y ahora no sabemos siquiera por dónde partir.
¿Y todavía esperan futuro de nosotros? Ustedes no imaginan cuál difícil es despertarse por la mañana y realizar mecánicamente el ritual preliminar a la larga y rutinaria jornada que nos planificaron. Menudo trabajo el que nos dejan: tratar de sobrevivir. |