Apreciado dios
“Pero tú no vienes, o vienes demasiado tarde.
Precipitaros, ángeles, sobre este
linar azul.”
Rainer Maria Rilke
Viajo a lo hondo, para este venero donde bautizo lo blanco, sin tú nombre por el bizarro eco de la sombra. Hoy no te conozco dentro de este lago de sueños en algún lugar de esa llamada plaza con su muro orientando la muerte, cuando ella te anuncia una vez más, con el cristofué, cercando la esquina suerte, cantando de pie, cayendo por obra y gracia de ti, dios, en la ramificación de esta solitaria calle, palpitando, comiendo lo destajos de la hierba cuando el vecino perro, aúlla invitado por el aéreo himno, mientras llueve, llueve, sin apiado, y no ves mi aliento corriendo por el tejado.
Otro Clarea, y con ella abro la ventana, mientras duerma, tú, la canción, que no has escrito, que aún la espero en el mismo camino de agua que concebí, confiándote, como siempre la retirada de baúles en cielo propio, entrando, nuevo de voces sin apreciar el beso que te da mi lámpara, vaciando tu figura sobre la niebla. Niebla, niebla tejiéndote claros, que unen lo remoto intacto en tu rostro, dándome un aplauso de aliento con un –eres la elegida-; y me pregunto con esta calma mía, dónde está el perfume de la noche huyendo con otro suave quebrar los labios, y me visto de ella para cuando regreses, para deslizarte más profundo, por el retiro calmando la sed que amo por silencio, consolando tu inmortal reflejo cosido al espejo, junto al santiamén de mis los ojos dando la vuelta al suelo, mostrándote, la mía sombra danzando para ti…
La borro con tu mismo nombre, mudando el cofre lleno de mensajeros ángeles, íntimos, del cerrojo aire, por el cual bailamos desde antiquísimas creencias por tu cruz de éter, dado desde niña quemando esperas, por tener fe en ti, sobre este mucho más, ceniza - azul rodeando una vez la palabras, sin tú gesto por beberse este, escúchame.
Milagro Haack
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