zuro
LA NOCHE EN UN BOLSILLO ROTO
Camina la luna la noche, alzan los perros de la calle sus ancestrales lamentos, noche clara. Viento rasando el pensamiento, las farolas extienden su aliento sobre la calle, un fino rastro de humo tras mis pasos, una colilla arde entre mis labios, mi respiración se pierde al final de la calle. Se agrieta la memoria cada vez más. Sueños de cama de los moradores que duermen.
Sueño todas las noches con unos brazos, una sonrisa, mejores días, con mejores sueños. Deambulan mis pasos las aceras de la noche. Buscan alivio mis ojos. Un abrigo improvisado me cobija las espaldas. Noche de otoño, a su paso el viento despeina mis cabellos, los aliso con una mano, se cuela la brisa en mis zapatos. Duermen en mí los anhelos, callan en mí los pensamientos. Un viscoso líquido supura de la memoria.
La colilla suelta cientos de chispas al llegar al suelo, las ahogo bajo la suela, un dedo asoma, debo cortarme las uñas. Me llevo las manos a los bolsillos y continúo andando, vigilándome la luna. Un murmullo en esa esquina, un tumbo en el corazón, una sombra dando la vuelta a la calle, se apresuran mis pasos a mirar al que camina junto conmigo la noche. Me apresuro a mirar, me asomo y tan solo el frío de la madrugada lamiendo el asfalto, una hilera infinita de farolas despeinándose y gimiendo en la calle.
Así vivo desde esa noche, en que sus brazos se fueron, y sus ojos ya no me miraron, así fue esa noche en que los sueños se me fugaron y mis anhelos se perdieron al dar la vuelta. Corrí para alcanzarlo, corrí para no dejarlo ir, pero el tiempo es cruel y ya no estaba ahí.
Meto las manos en los bolsillos, tan solo encuentro hoyos, la panza me gruñe, un silencio se me pierde en la cabeza. Buscaré un lugar para dormir, tal vez mañana regrese a mirar si es que encuentro un rastro de él, o mejor a mirarlo andar de regreso por esa calle por donde se fue, mirarlo venir a decirme que todo este tiempo ha estado esperando para verme dar la vuelta en esa esquina. Tal vez mañana al dar la vuelta me vea y enjugue las lágrimas que desde que se fue no se han secado en mis ojos. Tal vez mañana lo vea… quizás.
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churruka
EN ESA ESQUINA
Fue aquel cruce de calles el escenario más importante de mi vida; a sus aceras se las comió el tiempo y aún siguen desgastándose con el fluir de los destinos; y sin embargo, almacenan todavía los sueños de muchos y los recuerdos de algunos, como los míos, como esos primeros soles a cuyos brillos respondían mis ojos con quimeras, hasta que la vi por primera vez y aquellas dejaron de ser magia para convertirse en batientes mariposas, en un hechizo más complejo y sutil.
La esperaba en las tardes soñolientas, cuando el calor muerde la piedra y los mayores matan el rato en tertulia o se entregan al placer de la siesta, o al sexo en la penumbra y le arrancan jadeos y susurros a la calma; la veía pasar, y sus ojos, su cabello se abrían a luz y la absorbían. Desde entonces no he dejado de amarla, de ser parte de su vida hasta que logré que fuese parte de la mía; y mientras nos habituábamos al mundo, construimos empresas, cosechamos hazañas y nos tragamos sus derrotas; pero el tiempo suele amargar lo dulce y si lo nuestro fue en su inicio alas, la rutina lo hizo yugo.
El día en que mis calles perdieron su relieve, ella se fue; me dijo adiós en esa esquina, en aquel mismo cruce donde me había despertado a la vida, no sin antes herir mis labios con un beso incómodo y seco que aún me arde en la boca; un último abrazo y al girarme me encontré con la soledad.
Desde la calle contemplo las ventanas mudas y ciegas del hogar; pronto regresaré con mi vacío a su vacío y sé que cuando me acueste junto al silencio ella me estará esperando; su silueta volverá sonreírme desde las sombras y me acompañará en el desahogo de mi sueño; pero mañana, quizás tal vez mañana, vuelva a levantarme con nuevos bríos; porque es preferible su recuerdo a la nada
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