Laderas teñidas con tonalidades otoñales,
luces de atardeceres anaranjados entre la floresta.
El tiempo, pasa, lento muy lento,
escuchas la barahúnda de la naturaleza,
y vives al ritmo del sol.
La luna te acuna en su lecho plagado de estrellas,
que son las guías a tus sueños.
Entonces sueñas, vuelas y fantaseas...
Sólo el sonido de los primeros rayos de sol,
consiguen despertarte entre soyozos,
abres los ojos y todo empieza,
de nuevo,
haces lo mismo que ayer,
pero con tonalidades diferentes, que le brindan a la rutina,
una nocion interesante.
Contemplas, las montañas y observas las aves,
nada importa bajo este paisaje.
Los problemas pasan a tener un nivel inferior en la escala de valores de tu mente..
Y cada vez, te sientes más liviana,
más feliz
más tranquila,
entre tus montañas, una se siente más llena
con tan solo respirar tu aire,
llenar tus pulmones con un aire puro,
que fulmina cualquier toxina urbana.
Renovada, vas paseando por tus laderas y crees pertenecer al lugar, no ser un humano más.
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