Suena un poco de ese rock latino tan famoso. Era quizás lo más rescatable de la compilación de música que estaba en el computador. Me duele la cabeza y el lápiz definitivamente no escribe (y a este, hay que decirlo, se le chupa la mina). Ojalá con este pueda decir algo, o por fin escaparme del ruido y el calor. Me encierro en la pieza, cierro la puerta con pestillo y abro la ventana lo más que se puede. Por fin escucho el ladrido de los perros y algo de silencio viene de la mano con una rafaguita de viento. Todavía siento mucho calor en la espalda, pero ya es lo menos. Es como una condena, en todo caso, venir acá y escuchar lo que los otros hablan, motivado, en parte, distraído, en otras. Venir aquí y acostumbrarse a otros aromas, otra vida, un ritmo raro que no termina por calzarme. El ruido, pienso, el calor, no sé, uno de ellos, sino los dos, o mis propias limitaciones, mis carencias adaptativas o la necesidad de encerrarse en una habitación con la ventana abierta, en la pieza de los juguetes, ignorando el mundo hablando del mismo (paradoja cuática).
Poema: Este es nuestro trabajo juntos, al final de los rieles, escondidos en la arena, agasajando el tiempo, esperando él o los decesos de nuestros antepasados vírgenes. Somos nosotros el ideario conjunto (las páginas que no quiso escribir, por indecentes, el atisbo de felicidad, del aire y los pulmones cargados de estepas muriendo entre graznidos tutelares agresivos y pasivos hijos de la tierra todo al tiempo con las manos atadas a los pies)
Extracto del libro sobre el escritor ruso, página 63: "Sabe qué es la pena. Esto no es pena. Esto es la muerte, una muerte que llega antes de estar en sazón, que llega no para abrumarlo y devorarlo, sino que llega simplemente para estar con él. Es como un perro que hubiese venido a quedarse a vivir con él, un perro grande y gris, ciego y sordo, y estúpido, inconmovible. Cuando duerme, el perro duerme; cuando despierta, el perro despierta; cuando sale de casa, el perro se arrastra tras él".
Página 64: "Son recuerdos como hilachas de humo. Una valla de juncos en mitad de ninguna parte, gris y quebradiza, y la hilacha de una figura de un muchacho de blanco. Una aldea en la estepa, un arroyo y dos o tres árboles, una vaca con la esquila al cuello, el humo que asciende al cielo.
(...)¿Por qué esta persecución lenta y pesada, a campo traviesa, en pos del rumor de un fantasma, del fantasma de un rumor?
Porque yo soy él. Porque él es yo. Hay ahí algo que pretendo aferrar: el momento previo a la extinción, cuando la sangre aún fluye, el corazón todavía late. El corazón, ese buey fiel que da vueltas a la piedra del molino, que levanta no tanto una mirada a hurtadillas, una mirada de desconcierto cuando el hacha está alzada en el punto más alto, pero acepta el golpe y se dobla sobre las patas y expira. No es el olvido final, sino el momento anterior, el momento en que llego jadeando ante ti, ante el brocal del pozo, y nos miramos el uno al otro por última vez, a sabiendas de que estamos vivos, compartiendo esta vida, nuestra única vida. Todo lo que me queda por aprehender es el momento de esa mirada, una mirada de saludo y despedida al mismo tiempo, más allá de las discusiones y las súplicas. Hola, viejo amigo. Adiós, viejo amigo. Los ojos secos. Las lágrimas hechas cristal."
A veces dan ganas de decir; no, me retracto. "Retracto" es una palabra extraña, una "woody word"; no, en serio, suena siútica. "Siútico" es una palabra siútica. Qué vergüenza, en todo caso, que tenga que salir de la pieza de los juguetes, que tenga que existir la pieza de los juguetes para poder respirar por arriba del cielo o los ladridos preciosos de los perros.
Poema 2: Mira, podríamos estar los dos, pero no puedo garantizar nada, tampoco puedo forzarlo. Quizás, en el fondo, si seas verdadera, hasta una excepción, si es que existen las excepciones, y esperando que nuestra conversación, nuestro momento, sea también una.
(Dibujo anexado: un ojo de pescado pintado con lápiz de pasta, más abajo tres círculos y un cuadrado adentro. Sin significado alguno). |