0706

Algo así sería demasiado poco. No sería digno de ser mostrado. Alguien así no debería decir nada; debería esperar al margen del camino, no sembrar calabazas, esperar a que llegue el momento en que el futuro se asemeje a las calles. Las calles llenas de gente. Como cuando todos éramos felices, si es que no era sólo un sueño, las ilusiones psicópatas del pasado.

Hay líneas que se repiten. Partidos que se repiten. Yo conmigo repitiéndonos ambos. Quise decir ambivalente. Tildar algo. Pero no resultó. Y después proceder a sacarlo. ¿Pero a sacarlo cómo? Claro, en silla de ruedas podría resultar, las risas en la noche, detrás de la casa, la gente muriendo, viviendo, el big bang, los leones que se comen a sus crías. Un león vivió setenta años, mataba tanto, tan eficiente. Grís y baleado. Esta vida es única, dice el póster del eslogan jugó bien Chile anoche hay que reconocerlo chupete Suazo no. Imbecilidades. Una mezcla burda y absurda de palabras. No es lo que pasaría con Paul Rayment. ¿Cómo es capaz de liberarlos, darles libre albedrío? Deux ex machina pamplinas risa já já já.

0716:

Qué terror, la página en blanco. Lo que diga puede resultar decepcionante, incoherente, desordenado. Puede estar bien construido pero ser irrelevante (cómo escapar de eso). No saco nada con cerrar el programa, jugar ajedrez para distraerme. He jugado demasiado y ya leí todas las noticias que me parecieron relevantes. Me gustaría hacer el texto de la toma del Ñielol, pero no sé escribir a voluntad. No sé tener un objetivo y cumplir ese objetivo, me trabo en las primeras frases, que a los segundos me parecen falsas. Y si me parecen falsas me averguenzo de ellas y jamás llego al final, al ente aceptable, digno. Así, suelen acumularse borradores inútiles de ideas que nunca vieron ni verán la luz. Si bien no es importante que no lo hayan hecho porque en el fondo no servían para nada. No sería lo mismo si yo fuera Leonardo da Vinci, pero obviamente algún tipo de comparación así es grotesca. Humillante.

Es cierto que no tengo exigencia alguna. Soy yo el que se presiona, el que se siente vacío si no ha escrito algo, o intentado batallar con tibios párrafos intrascendentes. Soy yo el que ve todos los errores de la jugada apenas he movido, siempre antes que mis adversarios. Siempre me doy cuenta, luego de cometerlos, que he dejado el peón del alfil sin la protección del alfil, que la reina se lo comerá y en la jugada siguiente, sin que pueda hacer nada, matará también la torre. Lo único que puedo hacer es sentir impotencia, planificar el futuro, intentar salvar al caballo. Si salvo al caballo quizás el desastre se minimice, la verguenza disminuya, quizás él cometa algún error igual de estúpido en siete u ocho movimientos más, cuando el partido esté de lleno en la recta final. Pero he perdido tanto terreno que ya no vale la pena seguir jugando. Aunque salve el caballo la reina se come el peón de la banda, luego asciende y me jaquea, luego sube el alfil negro y si quiere, saca también sus caballos. El resto sólo será un suplicio, un vejamen, un resistir pseudo heroico que no lleva a ninguna parte. Con esa ventaja me atacará con todo, traerá las piezas libres, me acosará por los vacíos de la izquierda. Veo todo eso luego de haber cometido el error. Me muerdo el labio de abajo y entiendo que perdí el juego. Él todavía no se da cuenta, está pensando qué mover, cómo aguantar la subida agresiva de mi caballo derecho, cómo matar al peón en punta que avanza por el centro. Todavía no se da cuenta que ganó el partido por un error estúpido, gasta segundos vitales en evaluar la mejor situación cuando todo es tan obvio, tan matemáticamente obvio.