Mi cupé Torino del año ochenta y dos andaba muy bien, yo no podía digerir el mal momento que estaba pasando y apretaba con algo de furia el acelerador, el velocímetro indicaba que iba por los doscientos diez kilómetros por hora, la ruta siete era un placer, esa noche clara y con poco tránsito era una invitación a la velocidad, ya había pasado Lujan hacía unos quince minutos, el auto que tanto tiempo me llevó acondicionarlo me respondía de maravillas.
Luego de una curva hacia la derecha, vi un camión cisterna volcado y cruzado sobre el pavimento, tuve que volantear y fui a parar a la banquina, no se porque pero seguí apretando el acelerador con fuerza, y después de atravesar por unos pastizales tomé un camino de tierra en buenas condiciones y muy iluminado, me resultó extraño, pero sentí curiosidad y seguí por ese camino, al cabo de unos pocos kilómetros llegué a una playa, con una laguna o un río ancho, era algo confuso y me puse a pensar que por esos lados no tenía conocimiento de ningún lago o laguna ni nada por el estilo, me bajé del auto y comencé a caminar por la orilla, el agua era tranquila, la noche había oscurecido por culpa de unas nubes que tapaban la luna, habré caminado media hora y me topé con una casa grande de madera y con una especie de terraza que se metía por sobre el agua, muy linda, las luces estaban encendidas, subí la escalera atraído por la música a un volumen importante, hice sonar una campanilla, y enseguida me abrió la puerta una mujer morocha de tez clara con unos ojos verdes hermosos y una amplia sonrisa, me quedé petrificado por un instante, porque no tenía idea que decirle, en realidad, no sabía el porque de haber llamado a la puerta, ella me dice:
- Hola, soy Mónica, te estaba esperando Juan.
- Hola, conteste sorprendido, ¿como conoces mi nombre?
- Ven, pasa.
Entré junto a esa hermosa mujer, que realmente me impactó, su figura era una delicia, ese vestido negro y ajustado le quedaba muy bien, ¡que mujer sensual era!
Me invitó con un trago, y nos sentamos en unos sillones, hablamos de muchas cosas, su conversación era muy interesante, sentí que me estaba enamorando y que ella se estaba enamorando de mí,
Seguimos bebiendo, seguimos hablando, comenzamos a acariciarnos, ella se levantó puso música y bailamos muy juntos, nos besamos, cada vez mas apasionadamente, me llevó a su habitación, hicimos el amor varias veces, el pasado ya no existía, el mundo exterior no existía, las horas que estuve ahí no podría detallar, jamás me había sentido tan confortable y tan a gusto, hice el esfuerzo por despertarme, pero fue imposible, no estaba soñando, eso me estaba sucediendo de verdad.
Ella me dio un beso en los labios y se levantó, mientras se vestía me dijo que quería mostrarme algo, la observé como encantado, ese jean y ese suéter tan comunes le quedaban divinamente, no tuve mas remedio que levantarme y vestirme, ella tomó mi mano y me llevó hacia la parte exterior de la casa, nos subimos a una camioneta y condujo un largo rato, tomando el camino de tierra por el cuál yo había venido, cuando estábamos llegando a la ruta se veían luces de ambulancias y de patrulleros, bajé a ver que pasaba y vi al camión cisterna que estaba cruzado sobre el pavimento, me acerqué y observé un Torino incendiado contra el tanque del camión, seguí acercándome y reconocí mi cuerpo tirado sobre el asfalto, volví corriendo hacia donde estaba Mónica que me estaba esperando parada delante de su camioneta, ella me miró me abrazó y me dijo:
- Vamos, es hora de irnos.
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