Justo cuando su fe en la humanidad se había agotado, tras tantas desgracias y señales desagradables del día a día, Evaristo Yáñez se encontraba al borde de la sociopatía y del cojo-una-escopeta-y-os-mato-a-todos-hijos-de...Justo en ese punto se encontraba, cuando, al salir del Metro, alguien delante suyo aguantó la puerta sólo un segundo. Alguien totalmente anónimo, que sin mirar atrás, quiso hacer la vida más agradable a otro ser humano con un sencillo gesto de cortesía, para que su salida al mundo exterior tras haber estado bajo tierra como un muerto enterrado fuera más sencilla. Evaristo estaba encantado, salió a la calle y respiró hondo, el Sol brillaba, cerró los ojos y sintió todo a su alrededor...La brisa en su rostro, el olor de las flores de un parque, el sonido de una recortada cargándose, la visión de aquel anónimo ciudadano que había aguantado la puerta un instante para que pudiera salir más gente de golpe de la estación de Metro encañonándole con el arma, el sonido de los disparos, el impacto de los perdigones, la sangre salpicando su cuello, sus últimos estertores de muerte... |