No hay noches mas largas que en las que tuve que cazar serpientes en cuclillas. Arrodillada defendiéndome con la luna hipnotizando a las víboras.
Devore raíces y me dormí sobre el río cubierto de sangre.
Al despertar, todo era día y calma, corrí entre bosques eternos y susurre la alegría de la nueva tierra.
Fui en busca de los compañeros y juntos construimos el fuego más abrasador que pudieran recordar nuestros ancestros. Entonces lloramos, reímos, cantamos e imaginamos el mañana con la arquitectura horizontal que tanto anhelábamos.
Todo fue euforia, todo fue calma.
Hasta que un águila trajo consigo, desde su altura, una bandera roja con un hoz y un martillo. Y de nuevo se nublo la tierra.
Ahora, desde la distancia, no dejaremos que nos roben la alegría, ni que colores ni estatuas nos devoren la ilusión.