Una música sonora,
un soneto melancólico de altura en notas.
Tornado en muchedumbre de ritmos danzantes
en el espacio de un cuarto.
La mente baila sin cesar,
con zapateados al ritmo sonorito
que encienden unas copas de vino tinto añejo
de 1800.
Una historia se marca en la imaginación de antaño,
llantos de tristeza y memorias al ritmo
de un viejo violín.