“Y sentí que la muerte era una flecha
que no se sabe quién dispara
y en un abrir los ojos nos morimos...” (Octavio Paz)
Acoplados en los espasmos de una misma sangre...
Dentro, tu boca era una barca latiendo a la deriva; azul; eterna; custodiada por mis labios; enamorada; perpetua... Inmersa en el aljibe de la carne; temerosa; suave; cristalina; rasgando lo solitario de las venas; torrentosa; placentera... Mientras, un ejército de besos se adueñaba de esta vida; poseída bajo el dintel de lo prohibido y la tortura de pertenecer al mutuo tiempo...
Todo fue un sobresalto de ecos e incertidumbres; de alaridos mutuos; trópicos distantes; tu rostro descendiendo al infierno de mi alma; la soledad cubriendo aquel despido; esos instantes de paz derivados en más gloria...
Texto agregado el 25-03-2004, y leído por 336
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Lectores Opinan
25-03-2004
La gran muerte y tantas infinitas muertes que nos asolan, la niñez, la juventud, el amor, los preciados instantes, hasta que la gran depredadora acude a nosotros cuando ya no somos más que un harapiento manto que simboliza la soledad y nos lleva de la mano a sus regiones insondables... gui